7 de septiembre de 2014

Gran demostración de Estrada; calvario para Giovani

Una buena pelea para el público y para el boxeo hasta el sexto round, rayó la impudicia luego, y preocupó a los que en ese espacio enloquecido en que se había convertido la Arena de la Ciudad de México conservaban algo de sensatez cuando a partir del séptimo el castigo que recibía Giovani Segura era peligroso en extremo.

Pocas veces decimos que lo actuado por un boxeador fue perfecto, porque lo perfecto no puede ser mejorado, pero si lo del Gallo Estrada no lo fue, se pareció en demasía a la perfección. En cada pelea un poco más nos asalta el pensar: ¡Qué boxeador tenemos!

Francisco Estrada, el Gallo, dominó de principio a fin a Giovani Segura, haciendo de la pelea la exhibición de un campeón portentoso que tiraba lo que quería para que Segura enfrente, cual si fuera un costal de gimnasio de entrenamiento, recibiera una tunda machacona en una repetición al infinito que le fue deformando la cabeza y a los que mirábamos nos quitó el aliento.

La toalla del rincón de Giovani llegó en el round número once, escandalosamente tarde, cuando hacía muchos minutos que aquello había dejado de ser boxeo para transformarse en un espacio de torturas, a tal grado que el Gallo ya no le pegaba en serio al desdichado guerrerense, posiblemente porque tenía miedo de matarlo.

El boxeo, amigos, es el más hermoso de los espectáculos deportivos, por tanto y tanto que se relaciona con la realidad humana, porque es una metáfora de la vida, porque es el hombre y su lucha cotidiana recreada al resplandor que aísla el cuadrilátero dejando a dos solos aunque allende el encordado haya miles de testigos. El boxeo, señores, es estética y drama, es entrega y sacrificio, es oficio para superar obstáculos y poner a prueba la inteligencia de sus protagonistas, es también nuestro rictus contraído por el espanto cuando asoman gotas de sangre en los rostros sacudidos por los golpes. El boxeo vale porque para miles de seres humanos es luz en las tinieblas. El boxeo es pasión desbordada y es un desafío que invita a llegar al límite cada vez que tañe la campana y manda a combatir. Pero no es, no puede ser, un asesinato.

Giovani Segura fue arriesgado en la pelea, más allá de la prudencia, y él y el boxeo fueron puestos al borde del precipicio. En nuestro deporte es menester que el riesgo sea calculado, y los límites trazados sin lugar a dudas. Cuando se cruza la raya de lo posible, lo que sigue es la protección: detener un combate a tiempo, intervenir, decir basta. Un tipo como Giovani no abandona, antes se muere, y es lo que deben saber los de pantalones largos para hacer ellos lo que el boxeador no quiere o no hará por vergüenza.

El público masificado en ocasiones protesta cuando se detiene una pelea que se parece a una masacre, pero si a los comisionados es lo que les importa, no deben ser comisionados.

Una vez más en la historia del pugilismo se enfrentaron dos exponentes en pureza de los estilos extremos. Esta vez ganó el boxeo a la fuerza bruta, pero no siempre es así. Cuando Mike Tyson peleó con Michael Spinks por el título mundial de peso completo el 27 de junio de 1988 en Atlantic City, todos los pronósticos estaban del lado de la escuela boxística de Spinks, pero venció la fuerza. Tyson terminó con las dudas en 91 segundos dejando atónito al mundo entero.

Este debate entre fuerza e inteligencia continuará hasta la eternidad, y es razonable aceptar que los dos bandos tienen valiosos exponentes.

En cuanto a la pelea que estamos comentando, no es que no supiéramos desde antes las ventajas tácticas y estratégicas que tenía el Gallo Estrada, pero cada pelea es una confirmación o un desmentido de las virtudes de un boxeador, y había que poner sobre la mesa de análisis la pegada mortífera y el espíritu indomable de Segura que eran sus mejores herramientas. Sin embargo, después de las palabras vienen las peleas, y es la acción y los músculos en controversia lo que dan respuesta a todo.

El Gallo dominó y Giovani no pudo sorprenderlo nunca. Rescato de la pelea la calidad singular del campeón que sigue creciendo y ya ni imaginamos hasta dónde puede llegar. Una figura excepcional del boxeo y del deporte de México, que el mundo reconoce ya en su justa dimensión.