30 de noviembre de 2013

Hace 96 años

El 30 de noviembre de 1917, hace hoy 96 años, se retiraba del boxeo Monte Attell, oriundo de San Francisco, California. Campeón de peso gallo, modesto, fue con su hermano Abe Attell (éste un gran campeón de peso pluma) la primera pareja de hermanos campeones mundiales del boxeo.

Hubo un tercer hermano, Caesar Julius Attell, de pocas peleas y menores alcances.

Monte Attell logró, alrededor de 1909/1910 el reconocimiento de varias comisiones (como era entonces) como campeón mundial de peso gallo. Le ganó a Jimmy Reagan por puntos en 20 rounds, por ejemplo, en una de las bienhechoras peleas que lo catapultaron.

Cuando perdió el campeonato lo perdió en pelea con Frankie Conley, siendo noqueado en el round 42 de lo que habían pactado a 45, en la Jeffries Arena de Vernon, California.

En 1910 tenía sólo 25 años de edad, pero había dejado atrás lo mejor de su carrera de boxeador, y comenzó a perder, y perdió mucho, para hacer un total de 40 derrotas en su carrera de 111 combates. Lo curioso es que de sus últimas 24 apariciones no pudo ganar en ninguna. Logró algunos empates, pero ninguna victoria.

Monte murió en 1950. Tenía 75 años de edad y estaba ciego. Casi nadie lo recuerda. Sus restos descansan en el ‘Cypress Lawn Memorial Park’, en Colma. Tumba número 400.

29 de noviembre de 2013

Las corridas de toros

No me gustan las corridas de toros. Siempre sufre y muere el único ser vivo hermoso, inteligente y noble que hay en la plaza.

El toreo sobrevive como una de las prácticas más crueles que hayan creado los hombres para divertirse.

Correr toros para entretenerse, torturarlos, matarlos, sólo puede ser alimento de espíritus paupérrimos, devastados. Es más fácil explicar el porqué de una guerra que la presencia de público en las gradas de la plaza celebrando el dolor y el asesinato.

Es un crimen con todas las agravantes para quienes sostenemos que el animal no humano es sólo otra especie hija de la naturaleza, y que el animal humano ni es superior ni tiene derechos morales defendibles para arrancarle la vida sólo porque puede hacerlo. De hecho no puede hacerlo desde el comportamiento de un ser civilizado, porque el ser civilizado se conduce como se lo dictan su educación y deberes para con los demás y para con el universo que lo contiene, y no usa la potencialidad "poder" como sinónimo de aptitud para la barbarie. Puedo matar un niño. No lo hago por formación, no porque me amenacen con la cárcel.

Nada ha cambiado para esta humanidad bárbara que hace veinte siglos asistía al circo romano y hoy va a las corridas de toros. Cuando el hombre es silvestre se divierte con inmoralidades y las justifica: "la raza de lidia es criada para la muerte en la plaza", o "no sobreviviría la raza si no fuera por las corridas". ¡Pues que se extinga! ¡Qué carambas le importa al toro torturado asegurarse de tener hijos, nietos o compadres!

Nadie lo ha dicho mejor que la médica y bióloga española Nuria Querol: "Los antiespecistas consideramos que no es aceptable la discriminación arbitraria de otros animales por el mero hecho de pertenecer a una especie distinta a la nuestra ya que la relevancia moral no viene determinada por la inteligencia, sexo, raza, religión, edad, la habilidad para hacer macramé o cocinar magdalenas sino por la capacidad para experimentar placer y dolor."

Los toreros gozan de la impunidad que les da la descomposición de sociedades en permanente agonía, conducidas por ígnaros o sicópatas, y no me digan que exagero, o múestrenme en la geografía del poder dónde hay un estadista, que no encuentro ninguno.

Las reuniones taurinas son alegría para unos pocos insensibles al dolor animal y son angustiado sufrimiento para muchos seres piadosos y pensantes que quedan en el mundo. Lástima que los más, los mejores, los incruentos, deban asistir impotentes al cataclismo de vesania, de barbarie, de estulticia.

Cada quien se divierte como puede, en consonancia con su grado de formación y sus estados de conciencia. El Mochaorejas nunca estuvo en Bellas Artes. Imagínese lo que separa a alguien que goza con María Callas cantando Fidelio de otro que se regodea con la masacre de un ser sintiente en la plaza umbría.

En España, en México, en Francia, en Perú, al crimen algunos le llaman tradición, a pesar de estar documentado que el 80, 85 % de la población de los propios países taurinos rechaza la torpe fiesta. Las autoridades son siempre sordas y mudas. ¿Qué otra cosa que el negocio infame que hay detrás podría explicarlo?

Hace poco tiempo la ciudad de Granollers, cercana a Barcelona, se declaró "amiga de los animales" y prohibió las corridas de toros, tras lo cual el alcalde del lugar, Josep Mayoral, recibió un alud de críticas por el anuncio. ¿De quiénes podían provenir tales críticas? ¿De seres humanos elevados, sensibles, educados, capaces de rechazar el dolor y la barbarie, de respetar todas las formas de vida y de condolerse con los seres más débiles? Seguramente no.

A los que defendemos a los animales nos llaman locos, porque a quién diablos le puede importar el sufrimiento de un toro. A mí al revés, me es incomprensible la microscópica pequeñez de las mentes de esos forajidos que persiguen a un animal indefenso, provocando en los observadores más que asombro por su ignorancia, miedo, por recordarnos de lo que son capaces.

Cientos de especies desaparecen cada día de la faz de la tierra, y a los que respetamos a los animales y a la naturaleza nos llaman locos. ¡Locos ellos!, ¡locos los crueles!, ¡locos los depredadores!. El derecho que les asiste es ninguno. Son enemigos de la convivencia. La tolerancia que reclaman es la que podría desear un violador para someter a sus víctimas sin ser perseguido. Son fatuos, desalmados, sanguinarios.

Y los que llevan a sus hijos de siete, de ocho años, a ver desangrarse un toro hasta morir, rodeado de la burlona carcajada cínica de la masa acéfala... ¿tendrán cara para esperar mañana que sean hombres morigerados, de buenos sentimientos, buenos hijos, solidarios, comedidos?

La mucha o poca esperanza de redención para el mundo reside en los buenos hombres, los de corazones cultivados y magnánimos. Los que cambian siempre la muerte por la vida, la destrucción por la creación, los que participan de la humanidad sin servirse de ella.

Es necesario no sentir el dolor ajeno como ajeno. Hay que sentir el dolor ajeno como propio, como fórmula para vivir en un mundo mejor. ¿Es tan difícil de entender? Eticamente son aceptables todas las actividades humanas que no dañan a un tercero, aunque sea un animal.

No hay palabra más triste que la palabra torero.

27 de noviembre de 2013

Lo amateur y lo profesional de Vasyl Lomachenko y otros que vienen detrás

El zurdo ucraniano Vasyl Lomachenko tiene siete peleas profesionales, aunque algunos le atribuyan una. Hizo seis combates en lo que se llama el sistema AIBA (Asociación Internacional de Boxeo Aficionado), que ha venido a confirmar que esta época es la de mayor confusión y desorden, la de más escandalosa oscuridad en la historia del boxeo.

La AIBA los está haciendo pelear como profesionales y los autorizará a regresar a Juegos Olímpicos a pelear como amateurs. No se puede, pero la arbitrariedad los hace que puedan. No se puede porque se rompe la esencia del amateurismo, entre otras calamidades.

Se anuncia que Lomachenko pelearía con el Siri Salido por el título de peso pluma OMB, y la polémica sobre su récord se enciende. Lomachenko peleó seis veces como profesional entre el 11 de enero y el 10 de mayo de este año en Kiev (2 veces), en Bravary, en Londres, en Astana y en Baku. Todas las ganó por decisión a 5 rounds en conducción y administración profesionales de las peleas. No hay duda. Ni siquiera la AIBA lo niega. Llama a esta nueva práctica “AIBA Pro Boxing circuit”.

“Sólo los que tienen algún interés en el asunto niegan que esas peleas sean profesionales”, me dice desde Buenos Aires el periodista Osvaldo Príncipi.

¿Quién lo niega? ¿Quiénes dicen un discurso extraviado que no se anima a confirmarlos como profesionales? Algunos obsecuentes de la AIBA, como la Federación Española o como la Federación Argentina, que saben que algunos peleadores indubitablemente profesionales irán a los Juegos Olímpicos a pelear otra vez como amateurs contra amateurs, un sinsentido monumental.

No será Lomachenko el que vaya a Olímpicos, porque él ya encontró la fama y un futuro diáfano en el profesionalismo. Pero serán muchos otros, para que nadie entienda nada.

La AIBA usa una estrategia que consiste en que el público, incluidos los televidentes que son millones, no sepan lo que están viendo. Confundir, para pescar en la tormenta”, me explica Aníbal Miramontes desde su oficina en Nueva Jersey.

Miramontes es dueño-presidente de FightFax, la única empresa (ww.fightfax.com ) que provee récords tan confiables que para verlos en línea hay que pagar y la ABC (Association of Boxing Commissions de los Estados Unidos) dicta a sus afiliados que son los récords oficiales del boxeo, los que deciden cualquier controversia. Sus clientes son todas las comisiones de boxeo de Estados Unidos y Canadá y miles de otras en el mundo, HBO, Showtime, ESPN y los promotores británicos.

“Son peleas profesionales”, me dice Miramontes, con quien guardo una buena amistad desde hace 25 años, cuando los dos estábamos en el Consejo Mundial de Boxeo.

“Y estas son las pruebas”, agrega, con su lista:

- No usan cabezal ni camiseta.

- Utilizan guantes de 8 y 10 onzas hasta welter y desde superwelter.

- El réferi y los jueces trabajan con el reglamento de boxeo profesional.

- Les pagan.

Clemente Russo, el italiano, el policía de Campania, famoso por sus logros amateurs, lleva 18 peleas profesionales (16-1-1) y cada mañana de su vida reta a Wladimir Klitschko, a quien asegura que puede vencer. En una declaración reciente, que no se sabe si no tiene tono de burla, dijo: “El AIBA Pro Boxing circuit tiene ventajas en tres frentes: mantienes la elegibilidad olímpica, ganas dinero y haces realidad tu sueño de ser también profesional”.

Así transcurren los días de la AIBA, que podría hacerle al boxeo profesional un mayor daño que el que le han hecho los organismos profesionales con sus muchos títulos basura, lo que parecía imposible de empeorarse.

Paradójicamente dichos organismos tienen que defenderse con urgencia, porque la AIBA les quiere robar una porción (o todo, nadie sabe) de lo profesional, pero no tienen fuerza moral. Miramontes dice que la AIBA aporta confusión, y los que deberían poner orden hacen lo mismo, agrego yo. Usted ya sabe bien por qué. Los títulos de cartón y de manteca, los interinos y los en receso, los interinos de los interinos, los supercampeones y los eméritos.

Yo fui testigo de cuando el CMB era todopoderoso. José Sulaimán sentado a su escritorio en México le quitó tres rounds a las peleas de 15. De 15 a 12, y en dos meses todo el planeta lo había aceptado. Hoy nadie lo podría hacer. A los organismos no se les permite nombrar autoridades en Nevada, lo que habla del debilitamiento de éstos y de la miseria moral de los comisionados de Nevada. Todo aporta a una administración del boxeo en estado de putrefacción.

“No, Lamazón, --me dice Aníbal Miramontes (que es también Jefe de Clasificaciones en la IBF)-- no nos pongas en la misma bolsa, en la IBF no hacemos esas cosas, nosotros no tenemos campeones interinos ni supercampeones, somos diferentes”.

Y le respondo: “Pero tus estatutos dicen que el presidente de la IBF sólo puede ser estadounidense, no me pidas que te reconozca nada si tú me discriminas”. Concluye Miramontes diciéndome que tengo razón.

Hasta Cuba volvió al profesionalismo, al pelear este año un tope con México con el nuevo AIBA Pro. No lo reconocen, por la doctrina marxista y esas cosas.

Osvaldo Príncipi en Buenos Aires dice: “Algunos espacios (páginas) de récords no ponen las peleas AIBA porque no las tienen, no llevan récords amateur y no han podido resolver este espacio ciego hasta que las cosas se ordenen, es su talón de Aquiles”.

Vasyl Lomachenko peleó el 10 de mayo en Astana, Kazajistán, ganándole a Samat Bashenov en 5 rounds. Saltó luego al profesionalismo tradicional para vencer el 12 de octubre a José Ramírez en Las Vegas. Si pelea con el Siri Salido lo hará con antecedente de siete peleas profesionales.

24 de noviembre de 2013

Pacquiao vuelve con actuación impecable

Manny Pacquiao tiene casi 35 años, que cumplirá dentro de pocos días. Volvió anoche al boxeo despejando dudas. Nadie pudo apreciar ninguna secuela de aquella definición traumática y brutal a que lo sometió Juan Manuel Márquez hace un año.

A Brandon Ríos le sobró corazón y le faltó cerebro. Hay que tener la cabeza vacíapara creer que se tiene alguna oportunidad contra un genio del cuadrilátero como Manny sin exhibir otra cosa que fortaleza y valor.

De la pelea se puede decir que fue una pelea entretenida, pero no fue una gran pelea.

Para que un tiragolpes le gane a un dechado de facultades –pensemos por ejemplo en Giovani Segura doblegando a Iván Calderón—tiene que arrasar, asfixiarlo, robarle el aire, caerle encima con una tormenta de golpes que le resulte insoportable, y rendir su voluntad. Brandon Ríos no lo supo o tal vez lo supo y no pudo ejecutarlo porque el filipino en buenas condiciones, estaba escrito, era demasiado más que él.

Puede ser de conclusión engañosa la evaluación de este Manny Pacquiao de anoche, considerando que el rival no fue Márquez ni fue Bradley. Todo lo contrario, Brandon Ríos al atacar como un muñeco programado para chocar contra una pared, facilitó el trabajo del filipino y lo ayudó a lucirse. Digamos que no le creó problemas, no lo puso en riesgo y ofreció siempre a disposición del tagalo su cara, para que le pegara, haciéndolo rebotar una y otra vez, hasta el infinito.

Una sola de las características del mejor Pacquiao estuvo ausente: su aptitud enorme para salir de la línea de fuego después de atacar. No tuvo que hacerlo porque las réplicas de Brandon eran conmovedoramente inofensivas. Brandon peleó hasta la distancia de su largo de brazos, no abrió caminos, y ya sabemos que sólo gana el que conquista espacios. No hay que pelear ‘acá’, hay que pelear ‘allá’.

Todos entendemos la simpleza de este análisis que no da para más aclaraciones. Estamos obligados, sin embargo, a leer lo realizado por Pacquiao desde otro mirador. Si no lo vimos solucionando problemas, porque problemas no tuvo, debemos ver cómo hizo lo que hizo en plan de gustar, de moverse, de combinar la armonía del cuerpo al poner a funcionar brazos y piernas, en administrar el aire durante 36 minutos de acción y pensar si los golpes, pocos o muchos, que pudo conectar con solidez Brandon Ríos, nos revelan alguna grieta para decir ‘Pacquiao está dañado’.
No hubo revelación, queridos amigos. Manny se presentó entero, como en sus buenas noches, él solo es toda la orquesta, echa a andar el concierto y todo el mundo observa embelesado. El boxeo lo necesita inmortal. ¿Con qué lo vamos a reemplazar cuando no esté?

Lo demás, si lo de anoche le alcanza para derrotar a, digamos, un Floyd Mayweather, no lo sabemos, ni lo sabe Dios. Ganar los 100 metros no garantiza ganar la maratón, y menos mal que así son las cosas porque si conociéramos lo que hay por delante no habría ningún interés en examinarlo.

Tras la pelea Manny admitió que en el último round tuvo consideraciones hacia su fugaz enemigo, y lo dejó vivir, llegar de pie al final del combate. Brandon había pagado el precio recibiendo golpes y Pacquiao, como un general que conoce el honor y respeta los códigos de los hombres grandes, procedió escuchando a su conciencia.

“El boxeo no se trata de matar a tu adversario, sino de divertir a la gente”, dijo, y yo recojo la frase y la aplaudo y espero que la recoja la posteridad y dentro de cien años alguien le recuerde a los aficionados que hubo una vez un guerrero colosal llamado Manny Pacquiao capaz de decir estas cosas y de caminar con dignidad en el violento mundo del boxeo, hablando como un ser humano de conciencia elaborada. A ver si aprenden los que no aprenden nunca.

"Me suelo preguntar de dudas lleno --escribió el poeta (Campoamor)-- ¿son mejores los buenos o los justos?, y la elección va en gustos, yo doy todos los justos por un bueno".

De estos deportistas necesitamos muchos, para poner un contrapeso a tipejos infames que dan patadas en la sala de entrenamiento y se expresan en coprolalia defendiendo supuestos espacios y derechos y privilegios que ni tienen ni merecen.

Hay que saber elegir, señores, y es un imperativo moral. Lástima que del boxeo no se expulsa a nadie. Después de que se le perdonó a Mike Tyson mutilar impunemente a Evander Holyfield, hay que perdonar todo lo demás.

La pregunta obligada tras el combate de Macao es qué sigue para Manny Pacquiao, y para mí hay una sola pelea atractivísima que excluye a todas las demás, la pelea con Floyd Mayweather. La pelea más grande del mundo. Ya sé que no se pudo hacer a pesar de muchas negociaciones que se prolongaron por años. Pero hay un nuevo amanecer. Si Floyd mira hacia delante, no hay nada. Si Pacquiao mira hacia delante, no hay nada. Nada comparable a un choque entre los dos que haría para el boxeo un momento inigualable, una más de tantas grandes noches que hemos vivido sólo con lo irreemplazable.

Una pelea Manny Pacquiao Floyd Mayweather es necesaria e irreemplazable. Amén.

16 de noviembre de 2013

Sobre Jack McAuliffe y Jem Carney

El irlandés Jack McAuliffe fue un individuo que se dedicó a la práctica del boxeo con más que buenas calificaciones. Lo apodaron el Napoleón del ring. En mi libro EL BOXEO EN NÚMEROS lo ubico número 141 en la lista de los mejores peleadores de la historia. Hace hoy 126 años (1887) peleaba con el invicto inglés Jem Carney por el título mundial vacante de peso ligero.

Mc Auliffe y Carney contendieron en una sucia barraca en Massachusetts y la única luz ambiental la proporcionaban linternas que portaban algunos asistentes. A cada boxeador le fue permitido ingresar con 14 amigos, por lo que contando al réferi (único a cargo de la decisión en caso necesario), había en la semipenumbra de aquella pocilga 31 personas. Tanto misterio y cuidados eran necesarios para no alertar a la policía porque el boxeo era una actividad clandestina.

La verdad es que a Mc Auliffe lo acompañaba un puñado de malvivientes que, como solía ocurrir cuando su amigo llevaba la peor parte, en un momento de la noche que estamos recordando, armaron una batahola colosal y rompieron el rudimentario ring de la pelea, con lo que el réferi Frank Stevenson se vio obligado a detener las acciones declarando empate. Habían peleado 74 rounds.

Como ustedes pueden ver desde entonces se comete la insensatez, y a nadie hasta el día de hoy se le ha ocurrido corregirlo en los reglamentos, de permitir que una pelea de título mundial pueda terminar en empate si el título está vacante.

Por mi parte he propuesto desde hace muchos años que si sucede, se devuelva a los jueces la tarjeta del último round obligándolos a dar un voto de calidad anotando el nombre de un ganador. ¡Imagínense!, dos tipos peleando 74 rounds (o 12) y que tres (o uno) alegres inútiles al borde del ring no puedan decirnos quién ganó.

Volviendo a McAuliffe y a su pelea con Carney, así fue como el magnífico y ese día flagelado irlandés logró conservar lo invicto. Se retiraría en 1897 con récord de 31 victorias y 10 empates, sin haber perdido jamás, salvo que le creamos a Packey O’Gatty que le registró una derrota ante Jem Ryan el 30 de septiembre de 1897.

Curiosamente McAuliffe se casó dos veces con actrices, la primera se llamaba Katie Hart y tras su muerte la segunda fue Catherine Rowe.

12 de noviembre de 2013

La pelea Pacquiao-Ríos a escena

La gran pelea del resto del año es la que sostendrán Manny Pacquiao y Brandon Ríos el próximo día 23 en Macao. Este punto del territorio chino, el lugar más densamente poblado del mundo, a 70 kilómetros de Hong Kong, cobra relevancia como destino turístico con la premura con que sucede todo en el vertiginoso presente de ese país, y se señala también en el mapa del boxeo. Las peleas que ofrece Macao son algunas que estarían en Las Vegas si Macao no existiera. Nevada legalizó el boxeo en 1897. China, en su estafeta Macao, pretende erigirse como un sucesor que revolucione todo en este deporte, 116 años después.

Los peleadores que le han puesto su nombre a una era, como Manny Pacquiao, no tienen peleas fáciles ni compromisos de segunda calidad. A los 34 años (casi 35) nos mostrará si puede seguir o está de salida, como a esa edad se acabaron Muhammad Alí o Sugar Ray Robinson.

No hay estadísticas concluyentes que revelen si se regresa o no de un golpazo, de una conmoción brutal, desoladora, como la que sufrió Manny en la última pelea con Juan Manuel Márquez. Nino Benvenuti no se repuso nunca del nocaut que le aplicó Carlos Monzón en la primera pelea que disputaron, pero Antonio Avelar , contra Prudencio Cardona, sufrió un atontamiento igual o peor que Pacquiao y regresó a vencer a Gilberto Román.

Hay asuntos para los cuales las respuestas sólo están en las peleas. Ni Pacquiao sabe a ciencia cierta cómo podrá responder en la guerra que se avecina. No hay entrenamiento que arroje claridad sobre la blandura o fragilidad que un día insospechado puede hacer presa de un boxeador, por importante que sea.

Miren a Nonito Donaire. Una vez más en el boxeo falló el que era favorito 10 a 1. No me digan que Nonito ganó la pelea, porque ya lo sé. Señalo que le estaban dando hasta debajo de la lengua cuando logró la inopinada victoria sobre Vic Darchinyan el sábado. A Pacquaio no le va a pasar eso de llegar mal preparado, como Donaire, porque Pacquiao no comete errores en el entrenamiento, pero no sabemos si es el mismo. Lo que estoy diciendo es que en el boxeo nunca se sabe. La última gran noche de Pacquiao fue contra Margarito hace tres años y la más reciente actuación aceptable –aunque no gloriosa—fue la que perdió con Bradley, hace año y medio.
En cuanto a Brandon Ríos, yo no veo un rival que pudiera ser mejor escogido para este retorno del filipino. Ríos es torpe, frontal, previsible, insensato, espectacular y pelea como un loco que invita a llamar a una ambulancia para que venga en su auxilio, a ponerle una camisa de fuerza. Puede provocar que Manny lo reciba como recibió a Margarito, en la carnicería de Arlington, haciéndolo rebotar una y otra vez hasta el infinito, y teñir la noche de rojo sangre.

Pero Brandon Ríos es peligroso para cualquiera que sea humanamente capaz de cometer un descuido. Tiene muchas balas y las dispara como un orate dispararía una metralleta. La pelea esquemáticamente sencilla para Pacquiao es al mismo tiempo una pelea que Pacquiao puede perder si no logra encender la llama que durante diez años lo llevó de la nada del comienzo al pedestal que alcanzó y que todavía no abandona.

En otras palabras Manny Pacquiao está obligado a redescubrir al que fue, para volver a ser el atleta formidable que conocimos y que no estamos seguros de que aún exista.

Brandon Ríos subirá con esperanzas de hacer valer su juventud (más de siete años más joven), su espíritu imbatible y su condición física que es probablemente la mejor del mundo. Es un hombre de entrega obsesiva al gimnasio. Cuando termina de entrenar, entrena otra vez, y cuando vuelve a terminar le apagan las luces, lo corren para que se vaya a su casa.

Lo que los diferencia es la calidad, que hace a Pacquiao infinitamente superior, y lo que acorta distancias es el momento exultante de Brandon, su actitud ganadora, con la que puede empujar a Manny a un precipicio si acaso la incertidumbre que hay a su alrededor no puede ser conjurada con eficacia total.

Siempre escribo ‘pongámosle historias a las peleas’, para que valgan la pena. Por mi parte quiero ver a este Manny Pacquiao histórico y conflictuado. Su vida no es una vida, es varias. Transita entre una silla en el parlamento filipino y un ring de boxeo en cualquier lugar alejado del mundo. No siempre funciona este vértigo de existir. No siempre es lo mejor y yo no lo quisiera para mí. Manny se ha subido a un cohete espacial y ha renunciado a lo cotidiano simple, al placer de lo anodino, a la alegría sin porqué de las pequeñas cosas de la vida.

En fin, hace todo lo que hace porque es extraordinario, y hay que verlo, porque es extraordinario.