14 de septiembre de 2014

Mayweather no quiso y Maidana no pudo

La pelea sirvió para una sola cosa: demostrar que era innecesaria.

Ninguno de los dos aportó nada nuevo y, al contrario, ambos dejaron en casa lo mejor que habían exhibido el 3 de mayo cuando se enfrentaron por primera vez. Ni Maidana fue tan efectivo ni Mayweather fue tan condescendiente. El campeón tomó precauciones, se paró lejos del Chino en el ring, y se cuidó de que la pelea no se fuera a los intercambios que tanto le disgustan. Menos agresivo que un monje budista. No estaba dispuesto a que lo tocaran ni con el pétalo de una rosa.

Pobre combate, paupérrimo de boxeo y de emociones, que vi preguntándome por qué a este tipo seguimos llamándolo el mejor libra por libra, concepto que se acuñó hace muchos años para exaltar el linaje de Sugar Ray Robinson. Mayweather podría respondernos que eso es lo suyo y que si no nos gusta a ver quién le gana. Ser invencible a su modo tiene su mérito, pero nadie en este mundo puede concedérselo sin recordar que él no ha querido pelear con Manny Pacquiao, y mientras no le gane al filipino su gloria será cuestionable. Esta época, por mucho, es la época de Manny Pacquiao, no la de Floyd Mayweather.

El secreto para derrotar a Floyd, si alguien lo tiene, está en las piernas del que aspire a la hazaña, no en los brazos, y Pacquiao tiene las piernas que nadie más tiene en todo el abanico del boxeo actual. No digo que Pacquaio ganará, digo que tienen que pelear.

Pacquiao es mucho más que Marcos Maidana, Canelo Álvarez, Robert Guerrero, Miguel Cotto, Víctor Ortiz y Ricky Hatton, cartabones con los que estamos midiendo a Floyd Mayweather.

A Manny lo puedo pensar y comparar con los grandes welter: Leonard, Robinson, Gavilán, Barney Ross, Henry Armstrong, Jimmy McLarnin, Jack Britton. Si comparo a Mayweather con ellos siento que estoy cometiendo un pecado mortal, y una estupidez.

No sé a ustedes, a mi Mayweather me dejó un sentimiento de profundo enojo en esta segunda pelea con Maidana. Mejor libra por libra, pagado con 40 millones, alabado universal, invicto, imbatible, reverenciado y endiosado… ¿y no pelear? Que se vaya al demonio. Otras veces he defendido su estilo de boxeo, que debe servir en ocasiones para sacar adelante una pelea, para demostrar que es casi un intocable, para presumir sus habilidades. Pero todo tiene un límite.

Lo de esta pelea fue una burla. El público se comportó como si al comenzar las acciones a cada espectador le hubieran dado un Nembutal. Pasó de la euforia al desencanto. En los rostros se podía adivinar la expresión de ‘¿a qué vinimos?’ Un bodrio televisado a cien países.

Marcos Maidana se quedó enredado en las redes de sus propias limitaciones. Dependía demasiado de lo que hiciera Floyd y de que éste se parara a pelear como lo hizo en la primera pelea. Su mala suerte quiso que el campeón rehuyera el combate franco y lo exhibiera impotente para atacar. Cuando Floyd no quiere que Maidana lo alcance, Maidana no lo alcanza, y no lo puede remediar. Sus piernas hacen los movimientos básicos del boxeo, no son hábiles para sutilezas.

Esta historia se terminó, como se terminan las historias en el boxeo, cuando todo está claro.

Ahora vamos a ver con qué le va a salir Mayweather a la gente. Todos queremos verlo en una sola pelea, en la que él no quiere. Físicamente está bien, igual que su antagonista ideal, Manny Pacquiao, que tuvo un rendimiento irreprochable en abril, contra Tim Bradley.

Yo no sé todavía si veremos esa pelea que sería la gran pelea de este tiempo. Los dos harían historia y ganarían lo que quisieran. Mayweather decía hace unos días que Pacquiao la necesita. Ahora él también la necesita porque se lo reclaman el mundo y su dignidad.

Porque lo de anoche fue para olvidar.