15 de febrero de 2015

El Tornado Sánchez se graduó

Le bastaron veintiocho minutos al Tornado Sánchez para convertirse en la figura beligerante que ahora es en el presente del boxeo mexicano, que antes de la pelea no era.

No había tenido un rival de la trayectoria y calidad del Topo Rosas, habitualmente una amenaza para cualquiera en las divisiones de las 115 o 118 libras, al que desapareció del ring en la noche de sábado en Hermosillo.

El ring y el hombre, escenario y protagonista de una velada amable para el boxeo mexicano que agrega a su tropa un soldado valioso y sorprendente.

La confirmación de las bondades del Tornado como boxeador de futuro, de éxito cuantioso si hace las cosas bien, causa a los observadores tanta algazara como causan tristeza los intentos fallidos de otros peleadores que tropiezan y van quedando en el camino.

David Sánchez encaró la pelea de anoche con autoridad, parado en el ring con el carácter de un campeón, y con un boxeo renovado y limpio, exultante de vigor y de eficacia que desde el minuto uno dejó sin argumentos al Topo Rosas.

Lo mejor es su talega llena de cosas nuevas. ¡Cuánta sorpresa en el ring! No habíamos visto nunca en su repertorio esa combinación de dos golpes abiertos al cuerpo para controlar al enemigo con la que inició la refriega. Pa-pa, pa-pa, pa-pa se estrellaban sonoros los guantes en el cuerpo de Rosas y el público preguntándose: ¿de dónde habrá sacado esto el Tornado?

Luego el cambio de guardia a zurdo, para meter el gancho. Magistral.

Se ve a un kilómetro el conocimiento de los kochules, y su influencia provechosa, el trabajo de Eduardo Montiel y en general de todos ellos, que siguen haciendo una buena labor cada vez más notoria con sus dirigidos.

La pelea que habíamos previsto que sería pareja, no lo fue. El Tornado rindió mucho más de lo esperado y el Topo rindió menos.

David, nacido en Hermosillo, crece como realidad y como promesa, porque será mejor que lo que es hoy, a sus flamantes 24 años. En una gestión brevísima, lo que va de dos peleas atrás a ésta, ha mostrado una mejoría sustancial, por lo que no hay razones para pensar que no podrá seguir creciendo.

Cierto es también que conviene ser prudentes en esta explosión de alegría que nos provoca, porque la pelea de ayer fluyó sin riesgos ni contratiempos, y eso le permitió lucirse como un consagrado. Pero habrá otras noches y otros rivales, algunos más peligrosos y amenazantes. Pegando todos somos campeones, el asunto será ver qué pasa cuando le peguen a Sánchez.

Recuerdo el golpe que le aplicó Tapales, en aquella pelea de hace dos años, con un bárbaro volado de derecha que al Tornado se le depositó en la sien. Pudo ser de efectos catastróficos, pero no lo fue. David soportó bien el momento adverso. Sin embargo no hay en sus treinta y una peleas otro punto de referencia para estar seguros de que aguanta lo que tiene que aguantar un prodigio del ring. Él me dijo después de la pelea que el mayor pegador conocido entre su colección de enemigos fue Marco Demecillo, el filipino con el que libró una buena batalla en la misma Hermosillo en enero del año pasado. La información es buena y es bueno saberlo, pero él debe recordar que lo que viene es más duro y cruel.

Lo de esta pelea fue una cacería, no fue una guerra, y hemos dicho hasta el infinito que son las guerras las que dicen todo sobre un boxeador. Las cacerías, cuidado, pueden engañar.

El réferi, Manuel Rodríguez, de Colombia, tardó en parar la pelea, y la indiferencia de la esquina del Topo, al que golpearon en exceso, rayó la ignominia. Esto puso sobre el final una cuota innecesaria de zozobra al espectáculo, que el Tornado Sánchez se llevó con calificaciones sobresalientes. Se graduó.