15 de julio de 2018

Manny Pacquiao: una gran noche a pesar de Matthysse

Nadie esperaba más de este Manny Pacquiao de 39 años.

Algunos esperábamos menos. No hay muchas hazañas deportivas por hombres de 39.

A los 39 Muhammad Ali perdió con Trevor Berbick y se retiró dando pena. A los 39 Durán perdió con el modesto Pat Lawlor. A los 39 Larry Holmes, otrora invencible, fue avergonzado por Mike Tyson.

Pacquiao fue ahora una buena recreación del de antes, algo más lento. No sabemos mucho sobre el estado de sus piernas, sobre sus reflejos y sobre cambios de ritmo porque no fue exigido. La pelea fue una escenificación fallida de una obra de dos actores porque uno faltó a trabajar.

Antes de la pelea, en la transmisión de televisión, dije “Matthysse es un gran boxeador que ganó todas sus peleas excepto las importantes, en esas se quedó en el umbral sin atreverse a dar el último paso.” Nikefobia se llama el miedo a triunfar.

Pero lo de anoche… ojalá lo de anoche hubiera sido eso. No hay memoria en el boxeo argentino de una vergüenza semejante. Matthysse rehusó pelear. Fue fraudulento. Me acuerdo de cómo se batían Galíndez, Monzón, Maidana, Vásquez, Lausse, Coggi, Bonavena y me dan ganas de llorar.

A ningún deportista se le exige que dé lo que no tiene, pero a todos se les demanda sin concesiones que se entreguen generosamente al límite de lo posible.

También Jack Dempsey era mucho más que Firpo, pero Firpo se rifó y peleó y sacó al gigante del ring antes de ser masacrado en Polo Grounds en 1923.

Firpo perdió con dignidad.

Algunos están pensando lo de Lucas Matthysse de una pobreza deportiva monumental; yo creo que es aun peor, de pobreza intelectual.

He aquí un sujeto –Lucas- que no entiende el peso histórico y universal de un acontecimiento deportivo de alcance planetario, no entiende tampoco que durante 47 minutos pactados de pelea –por lo menos- él es Argentina en el corazón de millones que sufriendo con la pelea se hacen su propia piel en combate.

Tiene Lucas atrofiada la sagrada virtud de la vergüenza y es cínico al declarar que hizo una buena pelea, para terminar escupiendo un exabrupto intolerable digno del infierno, no del lugar donde él estaba: “La c…. de tu madre.”

Peor, imposible. ¿Cómo entender a un combatiente que está en una lucha en la que no muestra ni el menor deseo de ganar? Eligió rendirse sin luchar y exhibió su impudicia como un trofeo. Hay cosas grandes y cosas chicas en este mundo. Lo de Matthysse fue microscópico.

Manny Pacquiao fue despojado hace un año del triunfo que merecía vs Jeff Horn, y ahora reivindica su vigencia con esta pelea absurda en la que se dio el lujo de revivir sus movimientos de noches inolvidables. Ese que vimos es Manny, no puede ser otro, él no se parece a nadie.

Pacquiao contesta a regañadientes cuando se le pregunta por su retiro. Dijo después de la pelea que piensa en Horn, en Crawford, en Lomachenko.

Hay Matthysses, pero hay Pacquiaos.

Qué parias, qué pobres, qué desamparados nos vamos a sentir cuando el legendario León de Manila ya no esté en el boxeo. Afortunados somos, el proveedor mayor de las glorias del boxeo de estos días, aún no se va.