19 de diciembre de 2013

Agonizar en Navidad y morir en Año Nuevo

Hace más de 91 años Billy Miske peleó con Jack Dempsey y recibió la paliza de su vida, en 1920, en Michigan.
¿Quién era Billy Miske y por qué viene al caso rememorarlo hoy? ¡Tantos años han pasado! ¡Asunto tan inveterado!

Les voy a contar una historia conmovedora alrededor de uno que fue conocido entre los más valientes y osados que se hayan parado dentro de un ring.

Billy Miske, “el trueno de Saint Paul”, había nacido en esa ciudad de Minesota el 12 de abril de 1894, y había debutado como profesional en 1913. A lo largo de once años hizo una buena carrera como boxeador con 58 peleas, sólo tres de las cuales fueron derrotas. Empezó como peso medio y terminó como peso completo de poco tamaño físico. Fue un “underappreciated”, como se les dice en inglés a los subestimados, a los que valen más que el reconocimiento que han recibido.

Sus años fueron los años más duros del boxeo, cuando se peleaba sin descanso y las mismas peleas eran el entrenamiento. En 1917 y 1918 Miske hizo 29 peleas ¡29 en dos años!, que es asombroso hoy que algunos no hacen 29 peleas en toda su carrera. Dos de esas peleas fueron con Harry Greb, “el Molino de Pittsburg”, uno de los más endemoniados y crueles rivales que podía tener cualquiera. Esos combates se recuerdan como más duros que vivir en el infierno, y de posible ejecución sólo porque los protagonistas eran dos hombres arriesgados hasta la insensatez.

En plena y exitosa carrera Miske enfermó gravemente de los riñones, con diagnóstico de la enfermedad de Bright, lo que para la medicina de estos días es una nefritis degenerativa, no obstante lo cual siguió peleando, ocultando hasta donde pudo sus padecimientos a su familia. Él era el sostén de su hogar y el dinero necesario sólo podía venir del boxeo.

Después de Dempsey, de esa derrota con quien fue posiblemente el mejor peso completo de la historia, Miske ya enfermo decidió ignorar la dolencia que iba a matarlo. Hizo veintitrés peleas en tres años y sólo perdió una. A finales de 1923 su situación era crítica cuando programó una pelea con Billy Brennan. Los médicos dijeron “no puede pelear, debe estar hospitalizado porque se está muriendo”, pero Billy consiguió que los comisionados de Omaha, Nebraska, le concedieran una dispensa para combatir porque –dijo— “quiero darle a mi mujer y a mis hijos una navidad como Dios manda”.

Peleó el 7 de noviembre y ganó la pelea noqueando a Billy Brennan en el cuarto round. En el tercero lo sacó del ring con una seguidilla de golpes. Ganó la pelea y perdió la vida. Miske no tenía más riñones, y sin riñones no se puede vivir. Cincuenta y cuatro días más tarde, en los primeros minutos del 1 de enero de 1925, cuando repicaban las campanas anunciando el Año Nuevo, Billy Miske moría a los 29 años de edad.

Nadie lo recuerda, nadie se rinde ya en homenaje a este guerrero apoteósico y ejemplar. ¡Murió por los que amaba! ¡Les regaló aquella Navidad!

Están los hombres que no cambian nunca nada, y están los que modifican el mundo con cada acción. Los seres pequeños sólo tienen ganas. Los grandes hombres tienen voluntad. Estoy seguro que usted entiende la diferencia.