15 de diciembre de 2013

Emocionante final de Campeón Azteca

Ramsés Agatón y el Muñeco Uribe tuvieron a la gente instalada en una locura rayana con el paroxismo. Derrocharon emociones en diez rounds terribles en la final de Campeón Azteca en la Ciudad de México.

La pelea es para el recuerdo, contrastando con la insufrible presentación que hace pocos días hicieron Guillermo Rigondeaux y Joseph Agbeko cuando tuvieron la mala idea de enfrentarse, lo que hago notar porque hay un sector del público que sólo ve peleas de grandes nombres, como si a la cita hebdomadaria hubiera que desecharla cuando los que convocan no se llaman Juan Manuel Márquez o Manny Pacquiao.

Rigondeaux es un boxeador que se disfruta y se padece al mismo tiempo, por esa rara coincidencia en él que es un tipo que lo tiene todo y no da nada. A veces sentimos ganas de aplaudirlo y otras veces de mandarlo al demonio. ‘El Faraón’ y ‘el Muñeco’, al revés, sólo se disfrutan. Son conmovedoramente simples, incapaces de egoísmos o especulaciones.

Fue empate la Agatón-Uribe, cosa que a mí nunca me ha gustado, que una pelea titular termine en tablas después de que combatieron bárbaramente equis número de rounds, en este caso diez. Nunca me han podido explicar las autoridades del boxeo por qué se oponen a que un round, de tres minutos, termine empatado (recomiendan ‘fuertemente’ (sic) a los jueces no dar rounds empatados) pero no se sonrojan facilitando que haya empates en el total de las peleas.

Mi prédica desde hace muchos años, a la que nadie ha hecho caso, es que en peleas titulares con puntuación de empate al final, se pida a los tres jueces un voto de calidad, es decir que declaren un ganador. O el otro camino es borrar del mapa la inconveniencia de peleas programadas a número par de rounds. Que en lugar de 12 tengan 13 u 11, que en lugar de 10 tengan 9 u 11. Tan sencillo, pero en el boxeo se cambia para mal todos los días, para bien toma muchos años.

Lo del voto de calidad tiene toda la lógica del mundo, ya que en la pelea de anoche, por ejemplo, yo no tuve duda en calificar cada round para uno de los dos, estableciendo un ganador, pero al final sucedió algo que sucede con frecuencia en las peleas parejas: se repartieron cinco rounds cada uno. ¡Qué hacerle, si el reglamento no se puede torcer!

El lado bueno del resultado empate es que volveremos a ver tan magnífica pelea, y en una segunda exhibición estos dos harán lo mismo o más, porque ya entrados en gastos no se van a bajar del entusiasmo. Campeón Azteca demostró una vez más que funciona bien como un poderoso estímulo para los peleadores. En cada presentación durante el torneo los combatientes fueron aumentando su rendimiento, y en la final lo multiplicaron.

Ramsés Agatón, el famoso ‘Faraón’, y Luis Fernando Uribe, ‘el Muñeco’, tienen estilos diferentes, pero coinciden en que son generosos, y los dos garantizan el espectáculo. El uno está cargado de recursos y boxea, en tanto el otro esconde sus limitaciones a puro corazón. Para colmo, Uribe no pega, lo que suplió en muchos rounds con un ataque pertinaz que enrareció el aire delante de Agatón. ‘El Faraón’ necesitaba espacios para esas bondades suyas y los recursos que le sobran, pero no los tuvo siempre (a los espacios), porque ‘el Muñeco’ era insistente y molesto, estorboso hasta la obsesión, con tanta voluntad que lograba abrirse paso a la antesala del rostro del que había subido favorito. Agatón lo quería lejos, ‘el Muñeco’ estaba aquí, delante de la barbilla, donde se ve el aliento cuando hace frío y donde el rictus de rabia de cada uno los hace presa en las decisiones porque desnuda quién puede y quien no puede. No se miente cuando los ojos están a seis centímetros de los ojos de enfrente.

Repartieron esfuerzos y rounds, y la pelea que fue de estrategias de principio a fin, fue también de resistencia física y de temperamentos. Es difícil que estos dos mundos vayan unidos. Cuando se cae en la lucha de quién aguanta más, lo habitual es que las estrategias se dejen de lado y el cerebro emocional prevalezca sobre el neocortical que es el intelectual. Anoche pelearon bárbaramente, y lo hicieron siempre bien.

Con estos antecedentes es difícil imaginar a uno de ellos subiendo con ventajas a una próxima pelea, porque otra vez todo volverá a contar. ¿Se podrán entrenar algo mejor? ¿Podrán desarrollar algún recurso nuevo? Minucias, poca cosa, no vale la pena detenerse en esto. Tendrá que ver mucho más lo intangible, los arrestos de cada uno en ese momento, lo que el músculo pueda dar en calidad de extra, la suerte y la voluntad del dios al que se encomienden, la grandeza o la pequeñez del alma que un día puede hacernos entregar más que otro día y nunca sabemos cómo o por qué.

La próxima pelea, como la de anoche, será colosal.