Ramsés Agatón y el Muñeco Uribe tuvieron a la gente
instalada en una locura rayana con el paroxismo. Derrocharon emociones en diez
rounds terribles en la final de Campeón Azteca en la Ciudad de México.
La pelea es para el recuerdo, contrastando con la insufrible presentación que
hace pocos días hicieron Guillermo Rigondeaux y Joseph Agbeko cuando tuvieron
la mala idea de enfrentarse, lo que hago notar porque hay un sector del público
que sólo ve peleas de grandes nombres, como si a la cita hebdomadaria hubiera
que desecharla cuando los que convocan no se llaman Juan Manuel Márquez o Manny
Pacquiao.
Rigondeaux es un boxeador que se disfruta y se padece al mismo tiempo, por esa
rara coincidencia en él que es un tipo que lo tiene todo y no da nada. A veces
sentimos ganas de aplaudirlo y otras veces de mandarlo al demonio. ‘El Faraón’
y ‘el Muñeco’, al revés, sólo se disfrutan. Son conmovedoramente simples,
incapaces de egoísmos o especulaciones.
Fue empate la
Agatón-Uribe , cosa que a mí nunca me ha gustado, que una
pelea titular termine en tablas después de que combatieron bárbaramente equis
número de rounds, en este caso diez. Nunca me han podido explicar las
autoridades del boxeo por qué se oponen a que un round, de tres minutos,
termine empatado (recomiendan ‘fuertemente’ (sic) a los jueces no dar rounds
empatados) pero no se sonrojan facilitando que haya empates en el total de las
peleas.
Mi prédica desde hace muchos años, a la que nadie ha hecho caso, es que en
peleas titulares con puntuación de empate al final, se pida a los tres jueces
un voto de calidad, es decir que declaren un ganador. O el otro camino es
borrar del mapa la inconveniencia de peleas programadas a número par de rounds.
Que en lugar de 12 tengan 13 u 11, que en lugar de 10 tengan 9 u 11. Tan
sencillo, pero en el boxeo se cambia para mal todos los días, para bien toma
muchos años.
Lo del voto de calidad tiene toda la lógica del mundo, ya que en la pelea de
anoche, por ejemplo, yo no tuve duda en calificar cada round para uno de los
dos, estableciendo un ganador, pero al final sucedió algo que sucede con
frecuencia en las peleas parejas: se repartieron cinco rounds cada uno. ¡Qué
hacerle, si el reglamento no se puede torcer!
El lado bueno del resultado empate es que volveremos a ver tan magnífica pelea,
y en una segunda exhibición estos dos harán lo mismo o más, porque ya entrados
en gastos no se van a bajar del entusiasmo. Campeón Azteca demostró una vez más
que funciona bien como un poderoso estímulo para los peleadores. En cada
presentación durante el torneo los combatientes fueron aumentando su
rendimiento, y en la final lo multiplicaron.
Ramsés Agatón, el famoso ‘Faraón’, y Luis Fernando Uribe, ‘el Muñeco’, tienen
estilos diferentes, pero coinciden en que son generosos, y los dos garantizan
el espectáculo. El uno está cargado de recursos y boxea, en tanto el otro
esconde sus limitaciones a puro corazón. Para colmo, Uribe no pega, lo que
suplió en muchos rounds con un ataque pertinaz que enrareció el aire delante de
Agatón. ‘El Faraón’ necesitaba espacios para esas bondades suyas y los recursos
que le sobran, pero no los tuvo siempre (a los espacios), porque ‘el Muñeco’
era insistente y molesto, estorboso hasta la obsesión, con tanta voluntad que
lograba abrirse paso a la antesala del rostro del que había subido favorito.
Agatón lo quería lejos, ‘el Muñeco’ estaba aquí, delante de la barbilla, donde
se ve el aliento cuando hace frío y donde el rictus de rabia de cada uno los
hace presa en las decisiones porque desnuda quién puede y quien no puede. No se
miente cuando los ojos están a seis centímetros de los ojos de enfrente.
Repartieron esfuerzos y rounds, y la pelea que fue de estrategias de principio
a fin, fue también de resistencia física y de temperamentos. Es difícil que
estos dos mundos vayan unidos. Cuando se cae en la lucha de quién aguanta más,
lo habitual es que las estrategias se dejen de lado y el cerebro emocional
prevalezca sobre el neocortical que es el intelectual. Anoche pelearon
bárbaramente, y lo hicieron siempre bien.
Con estos antecedentes es difícil imaginar a uno de ellos subiendo con ventajas
a una próxima pelea, porque otra vez todo volverá a contar. ¿Se podrán entrenar
algo mejor? ¿Podrán desarrollar algún recurso nuevo? Minucias, poca cosa, no
vale la pena detenerse en esto. Tendrá que ver mucho más lo intangible, los
arrestos de cada uno en ese momento, lo que el músculo pueda dar en calidad de
extra, la suerte y la voluntad del dios al que se encomienden, la grandeza o la
pequeñez del alma que un día puede hacernos entregar más que otro día y nunca
sabemos cómo o por qué.
La próxima pelea, como la de anoche, será colosal.