13 de agosto de 2018

Jackie Nava no se rinde

Hay muchos méritos en lo que peleó Jackie Nava en la Arena de la Ciudad de México.

Por segunda vez le ganó a la venezolana Alys Sánchez.

Si usted da un salto de un metro a los 18 años, a quién le importa, pero si salta lo mismo a los 90 años se convierte en la hazaña de un coloso.

Exagero las comparaciones porque aunque la psicología dice que la exageración es una distorsión que dificulta el entendimiento, a mí me parece que cuando algo no se entiende, si uno lo agranda, de inmediato se ve claro lo que resultaba recóndito.

Ahora vean por qué lo digo.

Lo que importa es que Jackie tiene 38 años, y no conozco un deportista que en la franja de los treinta, más temprano o más tarde, no comience a degradarse.

Tan importante me parece tener en cuenta la edad del que compite, que con el récord de peleas siempre menciono cuántos años acarrea.

Viene a cuento que polemicé durante varios años este asunto con Marco Antonio Barrera, mi amigo, campeón inmortal y compañero de transmisiones en Televisión Azteca, porque en una ocasión él me enmendó “la edad no importa, cualquier edad es igual, lo que importa es el talento.” Como lo repitió en otras transmisiones, un día le propuse, al aire, que lo aclaráramos. Le dije “Marco, no puede ser que me lo rebatas, ningún peleador es el mismo a los 22 que a los 36”, y Marco, que es un caballero, aceptó mi aserto y explicó que él sólo quería enfatizar sobre las buenas habilidades incorporadas al inventario de cualquier grande del ring.

Jackie Nava, entonces, con 38 en la piel y 18 meses de inactividad, subió ayer al ring de la majestuosa Arena de la Ciudad de México para continuar la aventura que ha sido su vida de deportista.

Las dificultades que sufrió en los primeros rounds no son tan malas noticias como puede arrojar un enunciado simple de lo sucedido. No, porque las superó. Sobrenadó aguas amenazantes. Nunca es malo y a veces es grandioso sobreponerse a la adversidad.

Tres rounds de pesadilla nos hicieron pensar que la pelea sería la mortaja que pondría fin a sus sueños.

Lo creyó también la visitante, Alys Sánchez, que conforme pasaban los minutos encontraba más y más asequible pensar en la victoria. Jackie sin buena coordinación de movimientos, titubeante y prudente como una monja. Sor Jackie se condenaba al infortunio porque cuando las cosas no funcionan el reloj camina más aprisa.

Cuando no haces lo que debes hacer los problemas te buscan a ti.

Pero el cuarto round llegó oportuno como llega de oportuna la primavera tras un invierno de fríos congelantes.

No fue un milagro. Sólo se animó Jackie a hacer lo que antes no se había atrevido. La indecisión se hizo coraje un poco en los puños y más en las piernas. Dijo “¡Adelante!” con el ánimo de un cruzado y fue por lo que buscaba.

Cuarto, quinto, sexto. Usó más la determinación que el talento para nivelar la pelea, y pudo porque los valientes siempre pueden. Lo dice la ley del ring.

Eran dos pero no eran de la misma clase. La avispa y la abeja liban las mismas flores pero no obtienen la misma miel.

La pelea terminó accidentada cuando Alys Sánchez acusó extraños y repentinos dolores que no le permitieron salir al octavo.

El séptimo round estimo que lo perdió Nava. Una pena la claudicación de la venezolana porque hubiera brillado más la victoria a la que la tijuanense se encaminaba.

La conclusión es que esos rounds finales probaron que Nava aún tiene con qué pelear. La capacidad anida en su cerebro y en sus músculos. Si no la tuviera no la habría revelado.

Quizá queda un solo proyecto grande para ella. La Barbie Juárez. Por espectáculo, por bolsas, por lo enorme que sería esa pelea para México.

Ahí están las dos. Puestas y dispuestas.

Ahora es cosa de los promotores y de las dos televisoras grandes.

Que se haga. No sea nadie culpable, otra vez, de dejar en el limbo una gran pelea siempre esperada y nunca realizada.