Al Shane Mosley boxeador lo terminó de enterrar el reloj del tiempo y al Canelo Álvarez sus diecinueve años de ventaja le hicieron el suntuoso regalo de poner entre los de sus víctimas el nombre de un inmortal. Mi pronóstico no fue acertado: dije que Canelo ganaría todos los rounds y sólo ganó once. Mosley peleó un poquito, apenas algo más de la no-pelea que prometía la realidad de un hombre que ve pasar la vida y llevarse de él sus mejores años, cuando menos para una actividad deportiva de máxima exigencia.
Álvarez suma otra victoria y un apellido notable a sus blasones, y se acerca irremediablemente a las grandes peleas que no podrá (y seguramente no querrá) eludir. Para la conducción del Canelo, para los de su promoción, De la Hoya y compañía, el desafío es enorme, porque hay que escoger la próxima cita con especial inteligencia. Un error puede provocar lo que provoca un movimiento en falso de alguien que trabaja con brazos mecánicos en una central nuclear. Desde luego que no habrá pelea con Floyd Mayweather, el primero de los elegidos por Saúl para sus planes futuros cuando después de terminada la pelea del sábado le preguntaron qué viene. Canelo no tiene oportunidad de victoria contra Floyd.
Lo que haya dicho el campeón no importa. Hay un tiempo para hacer declaraciones y hay otro para elaborar estrategias serias usando el discernimiento y midiendo posibilidades. Quizá la próxima contienda que le programen sea una de esas que llamamos fáciles, aunque el adjetivo no describe con exactitud otra cosa que no sea la probabilidad de victoria comparada con otras de mayor envergadura. Después sí habrá que preparar al rey color canela para un duelo mayor, porque la gente se va a cansar de especulaciones –ya se ha cansado—y quiere verlo contra los mejores.
No olvidemos, señores, que el Canelo no ha tenido su guerra, esa que necesitan todos los boxeadores para consagrarse, la pelea de intercambios bárbaros en los que ora se pega ora se recibe pero -- es condición-- se sale avante después de haber pasado por el infierno. La guerra que tuvo Julio César Chávez contra Meldrick Taylor, la que tuvo Muhammad Alí contra George Foreman. Sólo el que emerge victorioso de esta prueba necesaria puede llamarse verdadero campeón y afirmar que ha alcanzado su madurez.
Por lo pronto, el paso fue bien dado. Lo que no se gana en gloria por la senilidad deportiva del rival, se gana poniendo a Canelo en la órbita del planeta Las Vegas. Yo seguiré lamentando que en su momento no haya sido posible su pelea con Julio César Chávez Junior, que ahora parece imposible por la cuantía de peso que los separa.
Floyd Mayweather le ganó a Miguel Ángel Cotto y es otro que tiene que correr a revisar el menú de propuestas para su vida de campeón. Un minuto después de terminada la
pelea comenzaron las especulaciones en las redes, y, naturalmente, resucitó en la multitud el clamor por que se mida contra Manny Pacquiao. Yo también soy de los que piden esa pelea, porque quiero verla antes de morir. Ustedes pretenderán que les diga si se va a dar o no se va a dar, y no se los puedo decir por la razón contundente de que la pelea depende de Bob Arum, y el cerebro de Arum es inexpugnable y funciona en otra dimensión. Como usted sabe que piensan los seres humanos… así no piensa Arum, él tiene otros códigos.
Sí les digo que Bob va a tener que dar argumentos sólidos para justificar una posible no pelea de su pupilo Manny con el flamante campeón de peso superwelter, porque no habrá justificativos convincentes si el filipino decide mirar para otro lado y no acepta la pelea más cara y mayor de su vida. Los mexicanos estamos esperando con ansias una cuarta confrontación entre Pacquiao y Juan Manuel Márquez, pero sabemos que una Mayweather-Pacquiao es más grande para el resto del mundo, y tres veces más cara. Si esta pelea se diera habría que pensar que es un triunfo para el boxeo mundial, aunque en este caso el triunfo del boxeo mundial no sería una victoria del boxeo mexicano. Dicho lo anterior, el mapa del boxeo está más que interesante y es mucho lo que se decidirá entre hoy y la fecha posterior al resultado de la pelea que Manny Pacquiao y Timothy Bradley sostendrán el 9 de junio. Habrá peleas buenas en lo por venir, pero no sé si se darán todas las buenas peleas posibles.
Con todo esto a mí me interesa más que nunca ver a Manny Pacquiao en la pelea que viene. ¿Cuál vamos a ver? ¿Cuál Pacquiao? ¿El que peleó con Margarito hace un tiempo, un prodigio de velocidad y de rendimiento? ¿O el que enfrentó tantos problemas y no los pudo resolver contra Juan Manuel Márquez? Si vuelve el Pacquiao perfecto de sus mejores noches, yo le daría oportunidad en serio contra Floyd Mayweather en una potencial pelea. Pero si de Manny volvemos a ver fisuras lacerantes en su boxeo, Mayweather sería implacable con él.
En el ring de Zanfer en Tijuana vimos a Rafa Márquez en una reaparición esencial para su futuro, que está constreñido por la edad, 37 años. El rival fue un tal Eric Aiken, de Washington D.C.,que en lugar de oponer resistencia corrió despavorido cuando vio la determinación con que el nuestro arrancó en la pelea, y eso es todo lo que podemos rescatar, la explosión con que Rafa pretendió decir que está en busca de otra pelea titular después de haber procesado las dolorosas derrotas contra Juanma López y Toshiaki Nishioka. Una pelea con el Siri Salido sería más que interesante y considerando la capacidad golpeadora de quien ha noqueado 37 veces en 41 victorias no podríamos descartarlo, aunque ya no habrá empresa grande que sea fácil para un combatiente tan permeado por peleas de intensidad casi mortal como muchas que ha tenido.
Jackie Nava combatió en el mismo ring a la colombiana Diana Ayala y le ganó de punta a punta. Jackie es ya una figura mayor para la historia del deporte mexicano. Ella no encanta, enamora. ¿Notaron que se viste diferente? Ya era hora de que ella y su promoción explotaran esa arista de belleza, como lo hace María Sharapova, como en el boxeo lo hizo Mia St John. Se muestra en plenitud la Princesa tijuanense y todos la vemos pensando cómo será de buena la tercera pelea con Ana María Torres, posiblemente en octubre.
La noche del sábado, una vez más, todo México (o casi todo) vio boxeo por televisión porque la oferta era robusta y buena, con lo que seguimos caminando.