No se sorprendan si les digo que el boxeo es el deporte que ha sido llevado un mayor número de veces al celuloide. No se sorprendan porque el boxeo es la escenificación del drama de la vida, y es siempre un buen lugar donde buscar para quien quiere contar una gran historia.
Desde 1919 son 194 las películas sobre boxeo, según mi propia estadística --que debe haber omitido algunas-- pero que alcanza para demostrar que quedan muy atrás los filmes inspirados en el fútbol, las carreras de motos y el beisbol.
Cualquiera recuerda con facilidad largometrajes altamente taquilleros de tiempos recientes, como la serie de las Rocky, con Sylvester Stallone; Toro Salvaje, magnífica versión de la vida de Jack LaMotta que hizo Robert de Niro, o Million Dollar Baby, pero no es todo para demostrar la fascinación que el boxeo ha ejercido en los hombres de las grandes cámaras. En 1997 el boxeo estuvo presente en la entrega de los premios Oscar, con Muhammad Alí y George Foreman aplaudidos tumultuosamente en el Auditorio Shrine de Los Angeles al recoger la estatuilla que ganó la película “When we were kings” (Cuando éramos reyes) que narró la mítica pelea de ambos en Kinshasa, en la primavera de 1974.
Mark Breland, el neoyorquino que hace veinte años fue campeón mundial de peso welter, participó en ‘Guardianes del honor’, y no fue sino el enésimo boxeador que apareció en la pantalla grande, sin mucho suceso, por cierto, pues su papel era secundario. Nada que ver, por ejemplo, con las labores consagratorias de un Víctor McLaglen en ‘El desertor’, de Anthony Queen en ‘La caída de un ídolo’, de Lee Canalito en ‘Paradise Alley’ o de James Cagney en ‘Winner takes all’.
Desde que el cine puso su mirada en el boxeo, con el kinetoscopio de Thomas Alva Edison y la intervención protagónica de Jim Corbett, han sido incontables los boxeadores profesionales que una y otra vez fueron elegidos para exhibir su talento –o la falta de él—ante las cámaras. Piénsese en Robert Ryan, en Colley Wallace (uno de los dos vencedores de Rocky Marciano… sí, en la vida real, aunque a usted le hayan contado otra cosa), en Carlos Palomino, en el propio Alí que antes había participado en la película ‘El más grande’; en Art Aragón, Errol Flynn, Jack Dempsey, Primo Carnera, Max y Buddy Baer, el Ratón Macías, Ultiminio Ramos, el Púas Olivares, Julio César Chávez…
Muchos recordamos, sin mucho esfuerzo, ‘La caída de un ídolo’ (Humprey Bogart en todo su esplendor, como le gustaba a John Houston, que lo calificó su actor preferido), o ‘El estigma del arroyo’, en la que Paul Newman ofrece una buena versión de la vida en el ring y fuera de él de Rocky Graziano.
Y aquí en México, las inolvidables ‘Angel del Barrio’ con las insuperables interpretaciones de Gonzalo Vega y Leticia Perdigón; o ‘Pepe el Toro’, con el genial Pedro Infante; o ‘Pelearán 10 rounds’, con desempeños sobresalientes de Jaime Lozano y Felipe Fuentes para la novela de Emilio Carballido hecha cine; o la recreación de la vida de Julio César Chávez que filmó con gran solvencia José Martín Sulaimán.
En Argentina fue Leonardo Favio quien llevó a la pantalla ‘Gatica’, la vida del famoso Mono, una especie de Pajarito Moreno sudamericano, con buen éxito en las taquillas. La película acarició el corazón de muchos, porque alcanza picos dramáticos, pero enardeció a la gente del boxeo que acusa a Favio de haber descuidado el rigor histórico al presentar la vida brutal de José María Gatica.
No todos, sin embargo, tienen por qué recordar que Wallace Beery y Jackie Cooper estuvieron impagables en la creación de sus personajes antológicos de ‘The Champ’ (1932), del mismo modo que Jon Voight y Ricky Schroder, cuando se hizo la “remake”, 47 años después. ¡Qué películas, señor! ¡Qué películas!
Es extensísima la lista de historias boxísticas contadas por la cinematografía. Y en ella éxitos resplandecientes como ‘Golden Boy’, protagonizada por William Holden, o ‘Kid Galahad’, con Wayne Morris y Bette Davis, que en 1937 deslumbraron a todos… Una versión posterior, con Elvis Presley en el rol de boxeador fue tan estólida y falta de credibilidad como lo sería un enfrentamiento entre Juan Manuel Márquez y Eduardo Lamazón.
Errol Flynn filmó ‘El caballero audaz’, que suele hallarse a la venta en videotecas, y que rememora los tiempos en que Jim Corbett revolucionó al pugilato. Y quienes tuvieron la suerte de verla guardarán, sin duda, bellísimos recuerdos de John Garfield como personaje central de ‘Cuerpo y alma’. Robert Ryan filmó ‘El delator’ y Kirk Douglas ‘Campeón’, descripciones valiosas del fenómeno boxístico por guionistas que sabían lo que estaban haciendo. Algunos sabían demasiado, al menos para los cronistas comprometidos con intereses de Fistiana, porque los editores de la revista “The Ring” se sintieron ultrajados cuando el valeroso Budd Schulberg contó muchas cosas como son en el libro ‘Más dura será la caída’, de cuyo contenido se sacó el argumento para la película ‘La caída de un ídolo’.
No estaría nada mal que este filme pudiese exhibirse cada seis meses, especialmente para quienes sueñan con ejercer el periodismo de boxeo, porque Schulberg no exageró nada. Los boxeadores son como él los mostró, nobles, cándidos, pasibles de ser estafados, mientras que muchos managers y otros personajes, mejor ni hablar.
Anoto también entre tantos apuntes de esta historia, la briosa tarea cumplida por James Earl Jones en ‘La esperanza blanca’, una biografía de Jack Johnson que merecía mejor tratamiento, y la breve presentación de Sugar Ray Robinson en ‘Fat city’, como señalo a George Carpentier actuando en ‘Hold everything’, de la que no se ha hecho copia con subtítulos en español ni ha sido doblada.
Imposible, en fin, listarlos a todos, actores y películas. Pero valga este paseo por la nostalgia para valorar este viejo matrimonio entre boxeo y cinematografía. Es mucho lo que han recorrido juntos desde que una cámara de cine se posó por primera vez en dos boxeadore: Bob Fitzsimmons y Jim Corbett, para inmortalizar sus cuerpos en movimiento. Fue el 17 de marzo de 1897 en Carson City. El inglés Fitzsimmons ganaba el título mundial de peso completo y era la primera pelea jamás filmada.
¡Ciento quince años! ¡Qué iban a pensar ellos qué clase de historia comenzaban a escribir! ¡Qué iban a saber que usted, ahora, los estaría recordando! Cuando levante su próxima copa, brinde --yo lo haré con usted-- por el cine, por el boxeo, dos compinches que tanto nos hacen vivir, soñar, pensar y hasta llorar.