En Puerto Vallarta el clima abrasador empequeñecía la voluntad e invitaba a actividades ligeras y simples. La voluptuosa tarde del sábado era un horizonte bermejo y el aire denso hacía pensar en el sacrificio extremo de los que suben al ring a romperse el alma porque cualquiera estará de acuerdo conmigo en que es mejor rompérsela con un clima afable, lo más lejos posible del infierno de treinta y tres grados que prevalecía en la Arena Box Tour, y una humedad que mojaba el agua. La noche venía buena para la pereza y la molicie, para la refinada holgazanería del dolce far niente, para el mar a la vista y el amor en ristra. Pero había boxeo en el puerto y el boxeo es acción y sudor salvajes, es esfuerzo, abnegación, dolor. La propuesta era interesante porque peleaba Juan Carlos El Zurdito Sánchez defendiendo su título a inaugurar –el de los supermoscas—contra el Topo Rosas que siempre es espectacular y resuelto, a veces suicida. De tal modo que nos adecuamos a la jornada contradictoria y nos dispusimos a ver la función.
Nos obsequiaron una pelea grande a pesar de las condiciones imperantes. El Zurdito había ganado este título en febrero de manera más o menos fortuita al imponerse a Rodrigo Guerrero, pero fue hasta este sábado cuando reveló de lo que es capaz. Sin hesitar hay que calificarlo como otro peleador diferente al que era, ha crecido y es mejor. Hizo el proceso que hacen muchos combatientes cuando se convierten en campeones y se creen su nueva condición: fortalecidos ganan en confianza, razonan “a este cinturón no me lo quita nadie”. Saben que pueden lidiar con un nivel al que antes dudaban pertenecer. Sánchez además exhibió una cantidad sorprendente de bondades boxísticas que no sabemos dónde tenía escondidas. La pelea que hizo respondió a una estrategia bien pensada y con un libreto en la mano que no abandonó jamás. Recorrió grandes espacios del ring y utilizó mucho y bien sus largos brazos para echar lejos al enemigo y tenerlo controlado. El boxeo es de golpes y es de fuerza, pero es también de inteligencia, y eso fue el Zurdito Sánchez el sábado por la noche, un atleta de buen nivel actuando con inteligencia y con ganas por igual. Julio César Chávez apuntaba desde muy temprano en la transmisión que tenía que ser más parco en sus movimientos, porque se iba a cansar. Chávez estaba bien con su razonamiento lógico, pero Sánchez no se cansó. Se había preparado para pelear con dos si era necesario.
El Topo Rosas, que no había sido derribado jamás, cayó a la lona en el primer round, pero nadie que lo conozca pensó que ahí iba a terminar la historia de la pelea. La capacidad de reacción a la adversidad adquiere en el nayarita una dimensión sobrenatural. Él entrega lo mejor que tiene sólo en las peores condiciones, es capitán de tormentas, hijo del rigor, y así fue creciendo con la pelea, cada vez más madreado y cada vez más combativo. Terminó apaleado, cortado, sangrante, sufriente, con el estropicio en el rostro que le podría haber causado el atropellamiento de una locomotora, pero tirando y tirando como si un golpe hubiera podido hacer la diferencia entre ganar o perder el combate. Los boxeadores como el Topo nos dejan al final de cada pelea una sensación de estupor, un espasmo de conciencia, porque su sacrificio insensato los hace también grandes hombres, como lo son los hombres que en lo que les toca en esta vida son capaces de ser grandilocuentes, extraordinarios.
Bienvenido al boxeo de campeonato el Zurdito Juan Carlos Sánchez. Es temprano todavía para asegurar que será capaz de alzarse hasta el cielo, pero que sueñe con ello está bien, y es indispensable para lograrlo. Esta aparición en tan buena forma, con una producción tan lograda, es un inicio inmejorable. Los más duros desafíos apenas van a venir y, si responde, tendremos en él una nueva figura que mucho necesitamos.
En lo previo que se vio en Vallarta actuaron con éxito dos yucatecos que son figuras nuevas. Miguel El Alacrán Berchelt es un bárbaro noqueador de peso superpluma con un récord de 14-0 (11 nocauts) que ahora venció por puntos al tepicense Carlos Orozco. Berchelt comienza a ser conocido por la afición de todo el país, y con sus sólo 20 años de edad es promesa de futuro. Menciono también a Iván Montero que en peso superwelter marcha invicto en muy pocas peleas profesionales y le ganó a Jaime Hernández. Mario Abraham, el promotor yucateco que los representa, se sorprendió cuando le comenté mi buena impresión por Montero, pero creo que el tiempo me dará la razón. La única condición, indelegable, es que trabajen mucho. Mucho.