28 de marzo de 2014

Pelea Manny Pacquiao y, como siempre, se trata de un gran aconteicimiento

El 12 de abril pelea Manny Pacquiao, y es de los dos el que importa, para que la pelea sea histórica, aunque no sea el campeón. Tendrá enfrente a Tim Bradley, que podrá resultar su redentor o su verdugo.

Manny Pacquiao, el que me acusaron de no querer (algunos, otros me acusaron de quererlo demasiado porque como ustedes saben yo “favorezco descaradamente a los peleadores de Televisión Azteca”).

Cuando se tienen cuarenta años de comentar el boxeo ya se han recibido todas las acusaciones.

No hay razón para que alguien me haya ubicado en una actitud descalificadora de Manny, porque lo admiro más que el que más lo admira, aunque no lo pueda colocar hoy en número uno entre los libra por libra dado que Floyd Mayweather no recibió como él el golpe letal de Juan Manuel Márquez que le procuró el nocaut más espectacular de la historia.

Tuve que poner las cosas en orden --y por eso creyeron que combatía a Pacquiao—cuando algunos insensatos dijeron que era el mejor boxeador de todos los tiempos. Que lo haya dicho Bob Arum vaya y pase, porque para Arum Pacquiao es un producto que vende, y porque Bob hace muchos chistes con tono de estar hablando en serio.

La verdad es que la gente dice muchas cosas, y se nos va un tiempo precioso en clasificar las verdades por aquí los dislates por allá, etcétera, por lo que no acostumbro a responder tantas iniquidades y sandeces. No son pocos los que afirman, por ejemplo, que no deberíamos hablar de boxeo los que no nos hemos subido a un ring, que es como decir que no deberían comer los que no saben cocinar, o que el cardiocirujano que nos opera del corazón debe haber sufrido antes un infarto para saber de qué se trata.

Nada nuevo, se los aseguro, si recordamos que Platón promovía que sólo los filósofos fueran reyes, y han pasado 2,500 años. A Platón le contestaron (y la respuesta vale un millón) que si la opinión pública demanda niveles de moralidad demasiado altos de parte de los hombres de gobierno, puede derivarse una consecuencia extremadamente desagradable: que el surtido de hombres capaces de conducir los asuntos públicos con eficacia se agotará. A los que piden que callemos los que no hemos boxeado yo les digo que el Cuyo Hernández y Nacho Beristáin nunca se subieron a pelear y han podido enseñar a muchos de los deslumbrantes héroes del ring que tanto respetan los que nos descalifican.

De Manny Pacquiao lo que suelo decir es que es el dueño de esta época, como antes tuvieron las épocas suyas Muhammad Alí, Sugar Ray Leonard, Julio César Chávez o Mike Tyson, y que poder verlo en vivo (aunque sea por televisión) es un privilegio de dioses.

La emoción de hacer contacto con la historia es irreemplazable. En cierta ocasión, sería por 1990, me enteré de que se presentaba en México el bailarín Rudolph Nureyev, y aunque yo no sé de ballet, decidí ir a verlo, (como vale siempre la pena ver a los mejores en su materia, hagan lo que hagan) a despecho de los consejos de algunos amigos que me decían que el ruso estaba viejo y ya no era el que había sido. “¿Qué importa?”, yo les respondía, con la emoción y la certeza de que un día podría contar que vi bailar al mejor que ha dado la humanidad, y se los estoy contando.

Ver a un histórico, ser de su tiempo, resulta en una conmoción inigualable que es más que enterarse de su existencia por una enciclopedia. Así, otros días vi a otros inmortales como Alicia Alonso, Jimmy Connors o Frank Sinatra, o toqué la mano del cadáver de Raisa Gorbachov un día de 1999.

El caso de Pacquiao, no es el del Nureyev arcaico que les acabo de mencionar, pero están los que dudan sobre las aptitudes del filipino que tiene 35 años de edad. Es cierto que ha entrado en zona de riesgo no por lo que sabemos (porque no sabemos nada que lo denuncie) sino porque es muy obvio que el recogimiento a que obliga el paso del tiempo lo alcanzará uno de estos días.

Manny Pacquiao se mostró entero contra Brandon Ríos, y no hay nada que obligue a derrumbarse a los 35. Roberto Durán estaba en buena forma a los 37 y Daniel Zaragoza se proyectó bien hasta los 39.

Manny tiene su lugar asegurado en la página central de la historia del boxeo con independencia de lo que pase el 12 de abril, y es válido creer que ya no podrá sorprender con nada, pues lo conocemos demasiado bien. Sin embargo todavía puede demostrar alguna cosa, como de qué tamaño es su voluntad, para estar a tono con la voluntad de los inmortales, que por mandato divino es prodigiosa. Sin voluntad de acero la inmortalidad no es posible.

Cuando Manny y Tim pelearon hace dos años en el Grand Garden del MGM de Las Vegas, ganó Pacquiao y se la dieron a Bradley, y desde entonces muchas cosas han pasado. Timothy, que hoy tiene 30 años, se consolidó como campeón venciendo en dos duras batallas contra Ruslan Provodnikov y contra Juan Manuel Márquez. Pacquiao recibió el golpe de su vida de parte de Juan Manuel Márquez en la definición que en EL BOXEO EN NÚMEROS puse como la número uno más dramática en la historia del boxeo tras revisar quince o veinte veces una por una las definiciones que siempre se habían tenido como las máximas: Marciano-Walcott, Weaver-Tate, Cooney-Norton, Foster-Tiger, Louis-Schmeling, Johnson-Ketchel.

Hoy sería pueril creer que las cosas en la pelea que viene van a ser iguales que el 9 de junio de 2012. Bradley ha crecido, está en buena edad para una guerra total, y conserva su velocidad electrizante en las piernas. Para Pacquiao el tiempo corre más rápido, inexorablemente, y habrá que ver cuáles son los daños que en él va sembrando. Se mostró bien contra Brandon Ríos, pero Tim es mucho más que Brandon.

La pelea será conmovedora y trascendente, por lo que significa para los anales del boxeo situar en su lugar a Manny Pacquiao, después de ser abrumado por su sino desde 2012. Manny se viste de boxeador otra vez. Nunca sabremos con precisión qué pensamientos habitarán su cabeza y su alma al ponerse las botas, el vendaje, los guantes. Será ecléctico y austero al razonar, porque nunca ha sido amigo de desbordes ni de gritos. Será reflexivo, severo, genial, porque es un superhombre como veinte, treinta, cincuenta que ha dado el boxeo.

Yo, --“el que no lo quiere”-- creo que a Pacquiao menos que a nadie podríamos encerrarlo o reducirlo a un puñado de números, medirlo con estadísticas. Manny es infinitamente más que razonar “perdió con Márquez, Márquez perdió con Floyd, por lo tanto Manny debe ser menos que Floyd”. Eso es una disquisición matemático-insoportable que quizá se aplica a esas entelequias que no tienen nada que ver con el arte, no un análisis de un peleador tan complejo, tan grande, un deportista tan minucioso como Manny Pacquiao. Pacquiao es la ciencia para ganar, Floyd es la destreza para no perder. No se pueden comparar, a menos que peleen.

No sabremos jamás si en este nuevo día D, antes del ring, Manny recordará cómo evolucionó su figura esmirriada y sombría desde hace 20 años cuando empezaba como profesional, a este guerrero sólido y total que es hoy, dueño del músculo, en control de sus emociones, trasminante su sedosa luminosidad y con un cerebro alerta y combativo, y listo, como en cada pelea, como casi siempre, que si no fuera por el golpe de Márquez creeríamos que no sabe fallar.

Por eso les decía al principio. Lo que ofrece esta pelea es suficiente para que no me pregunten si Manny Pacquiao es el ciento por ciento de lo que fue, o sólo el noventa y cinco, o el noventa. Ni siquiera él lo sabe. No sé si Dios lo sabe.

Lo que importa es que vamos a vivir una vez más su época, que es la nuestra, felizmente. Si no somos capaces de vivir nuestro tiempo, no somos capaces de nada.

27 de marzo de 2014

Jack Britton

Hoy 27 de marzo 52 años de la muerte de Jack Britton, el antiguo campeón de peso welter, que peleó entre 1904 y 1930. Murió en 1962 en Miami, Florida, a los 76 años de edad.

De raíces irlandesas, aunque nacido en Nueva York el 14 de octubre de 1885, William J Breslin (con este nombre nació) tiene la particularidad de que es el campeón mundial, entre todos los que ha habido, que realizó el mayor número de peleas: 348 son las que yo le registro y así lo consigné en EL BOXEO EN NÚMEROS. Sin embargo Dan Morgan, su apoderado, dijo una vez que eran más de 600. Incomprobables, pero...

Vale la pena recordar que el cuento "Cincuenta de a mil" (Fifty Grand, el original) de Ernest Hemingway, se basa en la pelea entre Jack Britton y Mickey Walker que pelearon en el Madison Square Garden el 1 de noviembre de 1922 (ganó Walker por decisión en 15).

Con Ted Kid Lewis, su archirrival, Britton peleó 19 veces.

23 de marzo de 2014

Maromerito se estrelló donde Chiuas Rodríguez se consagró

Cuando se conoció la decisión, en mi intervención inmediata en la transmisión de Azteca, dije que el resultado había sido una catástrofe para el Maromerito Páez. Alguien me preguntó si no estaba exagerando con mi comentario, y le respondí: “no, me estoy quedando corto”.

No se puede (no se debe) perder por hacer así de mal las cosas en una pelea tan ganable y tan estratégica como la que Páez sostuvo y perdió con el guyanés-neoyorquino Vivian Harris.

Al Maromerito la vida y la empresa que lo administra le dieron una oportunidad inmejorable y no supo qué hacer con ella. La fortuna tocando a la puerta, y el agraciado durmiendo.

No nos hagamos los sorprendidos: el propio Jorge, Fernando Beltrán, los aficionados y yo sabíamos que esto iba a suceder alguna vez. Jorge Páez no se prepara adecuadamente para sus peleas a pesar de lo cual su racha ganadora era larga y lo hacía beligerante. Su peso (ideal, correcto, necesario) es superligero (63,500 kilos), pero no lo da nunca. ¿Saben desde cuándo no marca la división? Desde marzo de 2008, y han pasado 24 peleas. Cualquiera podría haberlo definido bien diciendo: “El Maromero es un tipo que pelea en una división a la que no pertenece, es superligero, pero como no está dispuesto a hacer los sacrificios que demanda su oficio, pelea en superwelter”. Desde ayer está sabiendo cuál es el precio de la indolencia.

A partir de que le ganó a Omar Chávez, inopinadamente y bien, a finales de 2011, las luces del espectáculo se encendieron para él y lo rodearon de un halo de misterio: ¿hasta dónde podría llegar? Dio pasos interesantes, que contaban, que valían y, mientras ganaba, la voz de la verdad era la suya. ¿Quién le dice a un vencedor el apotegma: que así de gordo no se debe pelear, que es irresponsable, que es suicida?

Y entonces la amenaza se cumplió. En el momento preciso cuando podía despegar de la medianía de su realidad hacia los sueños e ilusiones más preciados, perdió. Lo hizo de manera grosera sin siquiera ese intento grandioso de los seres humanos que puede redimirnos de cualquier fracaso, el de hacer el esfuerzo por evitar el desastre, el de luchar. Por momentos lo veíamos con desasosiego, parado frente a Vivian Harris sin saber qué hacer con los brazos. ¡Un boxeador! Como si un mudo quisiera cantar, como si un ciego quisiera disparar a un blanco.

Mucho después de que todo había terminado, nos enteraríamos de que en la mesa de la comisión de box hubo un error en las sumas. La tarjeta de Fernando Barbosa era empate, y no de dos puntos para Páez, como habían anunciado. De modo que nadie –que se sepa—vio ganador a Jorge en su noche más triste. Si le daban la pelea (al fin todo fue tan cerrado que un punto en las apreciaciones volteaba las anotaciones) estaríamos hablando de una mala noche, de cosas que corregir, pero seguiría adelante. Hace pocos días yo decía que si el Maromero ganaba bien anoche me iba a gustar verlo contra Brandon Ríos, acercándose al primer nivel. Empero la derrota que le recetaron los jueces regiomontanos es lapidaria, un misil que impacta en los cimientos de su carrera de boxeador. Tendrá que remover los escombros y construir todo de nuevo. Un desafío quizá insuperable para alguien a quien le falla la voluntad.

Pero quién sabe. No nos sorprendió anoche para bien pero puede hacerlo cualquier otro día, si muestra que no es un perdedor y que la derrota puede acicatearlo para enmendarse. Roberto Durán anunció su retiro tras el desaguisado de Nueva Orleáns en la segunda contra Sugar Ray Leonard, pero pronto encontró otra vez su más preciado tesoro, esa voluntad suya indomable, y continuó otros veinte años y cincuenta peleas. Nadie puede jurar que el Maromero carece de voluntad. El Maromero ya no tiene que convencernos, tiene que convencerse. En tiempos en que parece trasnochada la vieja costumbre de guardar las formas, Jorge debe reflexionar sobre que no las guardó ni en lo mínimo anoche, al entregar tan poco, pero siempre hay revancha si uno está vivo.

Vivian Harris con mucho oficio y casi nada más, le ganó de visitante y contra los pronósticos. Fue, efectivamente, una vergüenza. Una catástrofe para Páez, y no exageré al decirlo.

EL CHIHUAS RODRÍGUEZ CAMPEÓN DEL MUNDO
El Chihuas Rodríguez fue la antítesis de Páez, y fue capaz de tomar todo lo que había en el camino.

Asombra que un joven de 20 años y quince peleas haya conseguido tanto en tiempo tan escaso. Se dio a conocer perdiendo, cuando el año pasado enfrentó al Chocolatito González en Managua. Había aceptado un compromiso imposible de solventar contra uno de los mejores peleadores de la actualidad, y salió avante perdiendo con dignidad.

No habíamos hablando de él cuando especulábamos, tantas veces, sobre quiénes de los que son promesa pueden llegar a campeonar, y no lo habíamos hecho porque con el Chihuas todo se precipitó y se dio muy rápido. No se fue construyendo de a poco sino de a mucho.

Anoche anuló tanto al filipino Merlito Sabillo, que éste aun habiendo llegado como campeón e invicto, no logró hacer sobre el ring de Monterrey mucho más que lo que hubiera hecho quedándose en su casa del Toboso, en Negros Occidental, la región más pobre de Filipinas.

Rodríguez me hizo acordar al Giovani Segura de la primera pelea contra Iván calderón en Puerto Rico: “no se preocupen por si voy a ganar o voy a perder, sólo denme la oportunidad y de lo demás yo me encargo”.

El Chihuas lo hizo con su bagaje boxístico, sí, pero lo hizo sobre todo con actitud. Fue ayer el que somos cuando somos lo que describe Porfirio Barba Jacob en Canción de la Vida Profunda, ¿se acuerdan?

“…mas hay también ¡oh tierra! un día… un día… un día…
en que levamos anclas para jamás volver…
un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede detener!”

El Chihuas Rodríguez cae del cielo al boxeo mexicano, como un regalo bienhechor, y va a triunfar. O ya triunfó, si lo prefieren, pero va a ser, además, trascendente, porque vale y porque es popular, le cae bien a la gente, asunto tan importante en estos menesteres.

El boxeo de Monterrey, injustamente, no tenía un campeón desde hace décadas. Que el Chihuas inaugure una nueva era, prolongada y gloriosa.

14 de marzo de 2014

La pelea de Maidana

El Chino Maidana no sabe si se ganó la lotería o camina al cadalso. La gloriosa oportunidad de enfrentar a Floyd Mayweather Jr. podría convertirse para él en una especie de ridículo televisado al mundo entero, como el que hizo hace poco el Canelo Álvarez que perdió todos los rounds frente al resbaloso peleador de Míchigan, el Houdini del boxeo.

Sin embargo, al aceptar la pelea está ejercitando la siempre emocionante posibilidad que tenemos los seres humanos de arriesgar soñando con algo grande que nos permita creer que somos maravillosos, o nos diga hasta dónde podemos llegar. Sin arriesgar no conseguiríamos ni objetivos, ni éxitos, ni trabajo, ni amigos, ni dinero, ni pareja. Nada. La nada es la siempreviva realidad de los timoratos.

Lo peor que le puede pasar al Chino es que pierda por puntos, según nos dice la lógica, porque la diferencia que va a encontrar con la pelea que hizo con Adrien Broner es que Floyd Mayweather Jr. "no va a estar" enfrente de él, como Broner. El Houdini del boxeo tiene quizá la mayor aptitud para desaparecer que se haya visto en los encordados.

Marcos Maidana logró contra Broner una producción profesional de alto rango, y no hallará mejor estímulo el 3 de mayo que el haber comprobado que puede hacer cosas de importancia histórica en el corazón de los Estados Unidos, donde cualquier boxeador extranjero es un paria, acorralado por la arrogancia del aparato boxístico más poderoso del mundo. Si lo hizo una vez, ¿lo puede hacer otra vez? Puede. Es difícil, y depende un poco de ayuda del cielo. Pero puede.

Cuando veo peleas en teoría tan cargadas a un lado como ésta al lado de Floyd Mayweather Jr., cuando quiero que gane el débil, pienso que en el boxeo nunca puede garantizarse que se impondrá el favorito. Paul Pender estaba de salida del boxeo y no podía ganarle una de cien a Ray Robinson, y sin embargo le ganó las dos que hicieron. Gene Tunney no podía ganarle a Jack Dempsey, y también le ganó dos veces. Frankie Randall no podía ganarle a Julio César Chávez cuando le ganó, y James Douglas no podía ganarle a Mike Tyson en Tokio. La lista es infinita.

Es decir que Maidana raramente podrá vencer a Mayweather Jr. en el round por round, a menos que suceda algo inesperado. ¿Qué? Un golpe como el que le embocó Juan Manuel Márquez a Manny Pacquiao, o una crisis en el rendimiento de un tipo, Floyd, que tiene 37 años y ha entrado a zona de riesgo. O una herida, qué sé yo. Lo imprevisto no es calculable.

Si Marcos Maidana gana esta pelea, súbitamente brincará al primer escalón histórico con los grandes campeones que ha dado Argentina. Al lado de Carlos Monzón, de Pascual Pérez, de Víctor Galíndez, de Luis Ángel Firpo y de Julio César Vásquez. Si pierde no dará ese salto y se quedará donde está que no es un sitio que avergüence a nadie.

Con Mayweather Jr. tengo sentimientos encontrados, y a veces combato que me digan que está entre los mejores peleadores de la historia, porque no ha pasado por ninguna guerra, a lo sumo tres o cuatro guerritas. Todo ha sido para él sin muchos riesgos, aunque no cuestiono su enorme calidad, su inteligencia, sus recursos, sus movimientos de un artesano del ballet más que de un boxeador. Debió pelear con Manny Pacquiao para hallar ese lugar privilegiado en la historia que yo le niego, y nunca quiso la pelea.

Marcos René Maidana tiene 30 años. A los treinta Peter O'Toole interpretó a Lawrence de Arabia y logró colocarse para siempre en la memoria de los hombres. A los treinta Jack Johnson logró romper la barrera del color y fue el primer negro en convertirse en campeón mundial de peso pesado. A los treinta Demóstenes, el más eximio de los oradores griegos, pronunció el primero de sus célebres discursos, de tal grandilocuencia que se recuerda veintitrés siglos después. A los treinta Marlon Brando ganó un Oscar. A los treinta John Glenn logró ser el primer estadounidense que orbitó la tierra.

Tal vez usted esté pensando que es algo forzado creer que Maidana va a ganar porque tiene 30 años. Pero qué importa, amigos, a la vida hay que ponerle poesía y al boxeo hay que ponerle historias. Para soñar cualquier excusa es buena, y si no somos capaces de soñar el paso de las horas y de los días tiene tan poco sabor como el hastío.

Suerte, Chino.

11 de marzo de 2014

Canelo, ¿bien o mal?

Cuando pelea Juan Manuel Márquez todo es aprobación.

Cuando pelean el Canelo o Chávez Junior todo es escándalo.

A los dos escandalosos los siguen multitudes, y al mismo tiempo un sector del público los llena de improperios: inflados, inventos de la televisión, payasos y cosas peores. Los comentaristas, claro, somos paleros, mentirosos, cómplices, cobardes. Algunos individuos esperan que les gritemos a los boxeadores los anatemas que ellos vociferan desde el anonimato. En esto de arremeter, hay que arremeter contra lo que esté a la vista, como contra el réferi del sábado, Tony Weeks, que detuvo bien el combate pero no satisfizo a nadie.

El Canelo de la pelea contra Angulo fue más o menos el mismo de siempre, aunque subió imperdonablemente pesado, o gordo, y se mostró lento como la justicia que nunca llega. El Perro Angulo fue la decepción del año y su comportamiento fue sospechoso. Amerita una investigación seria. El prestigio del boxeo, lo que queda de él, está en juego.

Canelo Álvarez es un peleador de nivel medio-alto. Una especie de Pipino Cuevas moderno. Hasta ahí. No alcanza la superestructura del boxeo. Pero, ¿quién la alcanza? Son muy pocos los Márquez, los Pacquiao, los Mayweather. Canelo en su peso podría perder con dos o tres de los primeros cincuenta clasificados, y le gana a todos los demás.

Hay cien boxeadores de menor rango que ocupan la pantalla sabatina del boxeo y la gente los ve y no dice nada, pero Álvarez sufre un escrutinio con tolerancia cero. En mi opinión Canelo le hace bien al boxeo mexicano, como todos los boxeadores que marcan elevados ratings. Algunos se olvidan de que estuvimos diez años sin esta gran oferta boxística que hay ahora, y entonces descargan su ira porque una pelea pasa veinte minutos diferida o porque Televisa o TV Azteca inflan a Canelo o a Junior. Las televisoras, a mi modo de ver, porque no participo en las grandes decisiones, promocionan lo que se vende, como son los negocios en este mundo que vivimos. Las grandes transmisiones, ultra-promocionadas, salvan a otras inevitablemente pequeñas que de todos modos queremos ver.

Gracias a eso alguien que está en su casa el sábado a la noche puede elegir a veces entre cinco transmisiones boxísticas. Si yo estuviera en mi casa, en lugar de trabajando, me arrellanaría en el sillón más cómodo a disfrutar mucho lo que ni siquiera me cuesta un centavo.

Es lo que hay. No hay otra cosa. En el insondable mundo del boxeo podemos hablar un día de calidad y otro de popularidad. El inefable promotor George Parnassus decía: “No quiero mexicano, no quiero zurdo, no quiero noqueador, no quiero blanco o negro, quiero taquillero”.

Cuando hace algunos meses pelearon Floyd Mayweather y el Canelo, algunos compañeros de TV Azteca, esos que tienen la camiseta bien puesta, estaban inquietos porque seguramente el sábado íbamos a perder en las mediciones. Yo, que también tengo la camiseta bien puesta, les decía “tranquilos, que el Canelo trabaja para nosotros”. Porque la competencia es buena y necesaria, porque mantiene vivo el boxeo, porque crea polémica, porque es preferible perder a veces que ganar siempre por estar solos.

A Julio César Junior en Azteca lo hemos visto perder, más de una vez, y lo dijimos sin pruritos ni miedos. Los jefes no nos censuraron, nos felicitaron por decir la verdad. Lo menciono para algunos seguidores que desde el sábado esperan mis imprecaciones contra el Canelo. “No te animas, Lamazón, no te dejan”, “eres esclavo de Azteca”, “si callas eres cómplice”, “pinche culero” y más.

No, a mí me gusta el boxeo y me gustan los boxeadores de nivel A pero también los de nivel B, C y D. Comentar los sábados es una fiesta. Se aplaude lo que hay que aplaudir y se señala lo que debemos hacer notar.

En Facebook jamás he borrado un mensaje porque vaya en sentido contrario de mi opinión. Sí he borrado algunos, pocos, porque no acepto en mi cuenta mal gusto o vulgaridad. Se puede decir ‘no me gusta’, no hace falta decir ‘es una m…..’

Yo seguiré viendo a Chávez en vivo y al Canelo grabado dos días después, como ahora. Diciendo lo que tengo que decir. Sin exabruptos. ¿De quién es aquella frase? “La diferencia entre un ciego y un fanático es que el ciego sabe que no ve”.

9 de marzo de 2014

La victoria del Travieso Arce

La victoria del Travieso Arce en Nogales (ganó en 5 rounds al brasileño Aldimar Silva) alcanza el mérito de haber sido algo digno, porque yo esperaba un bodrio.

Cuando se tienen 34 años de edad y la trayectoria de Arce, cada pelea debe tener un por qué, y les confieso que anduve muchos días preguntándome a quién se le ocurrió este combate y qué aportaba al presente de Jorge.

Hace quince días le dije al Travieso que no me gustaba esta pelea, contra un perdedor en sus últimas presentaciones, que no le iba a dar ni batalla ni gloria y, al contrario, lograría que unos cuantos señores del público le gritaran “fraude”, innecesariamente.

Travieso me explicó que quería un compromiso de esos que llamamos de trámite (donde las posibilidades de victoria del rival escogido son mínimas) para medir su estado actual antes de encarar un compromiso mayor, que él dice que será pelear con Jhonny González (no sé cómo, porque Televisa y TV Azteca no se unieron para hacer Canelo-Chávez, con lo que no vamos a creer que van a querer esta pelea que promete Arce). El argumento no me convenció, pero como en la vida no se puede pretender que todos piensen con nuestra cabeza, en un esforzado ejercicio de tolerancia decidí esperar la pelea.

El Travieso fue anoche algo más de lo que yo esperaba, y también lo fue Aldimar Silva. Lo necesario para arañar el escalón de la dignidad que salvó una pelea en apariencia indefendible.

Los esfuerzos de Arce por cargar sobre el visitante desde el segundo round buscando doblegarlo no fueron fingidos ni dieron resultados inmediatos. Digamos que el Travieso tuvo que esforzarse un poco y mientras lo hacía nos mostró su andar alegre sobre el cuadrilátero.

Habrán notado que el de Los Mochis ya no es aquel que caía sobre el rival con una catarata de golpes desde el arranque. A su manera en la pelea de anoche boxeó y debe reconocérsele. Que nadie me diga que el rival no le exigió nada, porque ya lo sé, pero aun con poca oposición el trabajo puede hacerse bien o mal, y Travieso lo hizo bien. Sus golpes a los bajos de Aldimar fueron bien logrados por él y bien tolerados, por más de tres rounds, por aquél.

Por otra parte, Aldimar hizo un buen esfuerzo por no defraudar ante un adversario que era infinitamente más que él, y conectó una docena de golpes de calidad. Para los que no esperábamos que conectara uno solo, estuvo bien.

No sé si Travieso está para más peleas grandes, o qué tan grandes. Pienso en lo sucedido cuando subió contra Nonito Donaire y soy poco optimista. La diferencia que hay entre Nonito y Aldimar es la diferencia que hay entre esas dos peleas. Los puntos de referencia que son estos dos combates dejan pocas dudas y muchas certezas, lapidarias para el mochiteco.

De cualquier manera el Travieso volvió a llamar la atención, porque es mediático y popular. A pesar de que en la transmisión de enfrente tenía al Canelo, la participación de la gente en nuestra transmisión, por redes, fue un vendaval, y seguramente la medición será muy alta.

Con curiosidad esperaré qué se anuncia para el futuro de Arce, que no será una pelea con Jhonny González. Para mí no habría nada mejor que ponerlo contra el Kochul Montiel en el escenario más grande posible en Los Mochis. Llenarían cualquier estadio y el país estaría pendiente de estos dos vecinos, ex campeones, veteranos de ralea, pero parece que el Travieso no quiere esta pelea. Se la mencioné varias veces y me dice que no. Ojalá comprendiera que en lo que le queda de boxeador, es quizá lo más espectacular que con él se puede montar.

BOLIVITA UZCÁTEGUI
José Bolivita Uzcátegui, el peleador venezolano de apellido vasco domiciliado hace ya tiempo en México, le ganó en preliminar al Destroyer David López, con méritos y con holgura, pero dejando todavía dudas por su incapacidad para defenderse.

No es posible que él y sus manejadores no vean lo que vemos todos, que no hay progresos en este terreno y que es necesario practicar para superar las limitaciones.

Fernando Beltrán piensa ya en probarlo en una pelea dura (mencionó a Brian Vera), para lo que no está preparado. No es lo mismo el Destroyer que tiene el mérito de ser un duro y pocos méritos más, que alguien con recursos como Vera y los que vengan después.

Para que el andar del Bolivita --que tiene olfato de buen boxeador y posibilidades de crecer—no se detenga, tiene que quitarse golpes porque hoy le entran hasta los que no le tiran. No hay posibilidades de fracasar: si se lo enseñan lo aprenderá. Movimientos de piernas para salir de la zona de fuego y levantar la guardia. Cuando le pegan en la cara sus guantes están quince centímetros más abajo de donde deben estar.
Antes de volar en los cielos hay que flotar aquí, en lo terrenal.