El Chino Maidana no sabe si se ganó la lotería o camina al cadalso. La gloriosa oportunidad de enfrentar a Floyd Mayweather Jr. podría convertirse para él en una especie de ridículo televisado al mundo entero, como el que hizo hace poco el Canelo Álvarez que perdió todos los rounds frente al resbaloso peleador de Míchigan, el Houdini del boxeo.
Sin embargo, al aceptar la pelea está ejercitando la siempre emocionante posibilidad que tenemos los seres humanos de arriesgar soñando con algo grande que nos permita creer que somos maravillosos, o nos diga hasta dónde podemos llegar. Sin arriesgar no conseguiríamos ni objetivos, ni éxitos, ni trabajo, ni amigos, ni dinero, ni pareja. Nada. La nada es la siempreviva realidad de los timoratos.
Lo peor que le puede pasar al Chino es que pierda por puntos, según nos dice la lógica, porque la diferencia que va a encontrar con la pelea que hizo con Adrien Broner es que Floyd Mayweather Jr. "no va a estar" enfrente de él, como Broner. El Houdini del boxeo tiene quizá la mayor aptitud para desaparecer que se haya visto en los encordados.
Marcos Maidana logró contra Broner una producción profesional de alto rango, y no hallará mejor estímulo el 3 de mayo que el haber comprobado que puede hacer cosas de importancia histórica en el corazón de los Estados Unidos, donde cualquier boxeador extranjero es un paria, acorralado por la arrogancia del aparato boxístico más poderoso del mundo. Si lo hizo una vez, ¿lo puede hacer otra vez? Puede. Es difícil, y depende un poco de ayuda del cielo. Pero puede.
Cuando veo peleas en teoría tan cargadas a un lado como ésta al lado de Floyd Mayweather Jr., cuando quiero que gane el débil, pienso que en el boxeo nunca puede garantizarse que se impondrá el favorito. Paul Pender estaba de salida del boxeo y no podía ganarle una de cien a Ray Robinson, y sin embargo le ganó las dos que hicieron. Gene Tunney no podía ganarle a Jack Dempsey, y también le ganó dos veces. Frankie Randall no podía ganarle a Julio César Chávez cuando le ganó, y James Douglas no podía ganarle a Mike Tyson en Tokio. La lista es infinita.
Es decir que Maidana raramente podrá vencer a Mayweather Jr. en el round por round, a menos que suceda algo inesperado. ¿Qué? Un golpe como el que le embocó Juan Manuel Márquez a Manny Pacquiao, o una crisis en el rendimiento de un tipo, Floyd, que tiene 37 años y ha entrado a zona de riesgo. O una herida, qué sé yo. Lo imprevisto no es calculable.
Si Marcos Maidana gana esta pelea, súbitamente brincará al primer escalón histórico con los grandes campeones que ha dado Argentina. Al lado de Carlos Monzón, de Pascual Pérez, de Víctor Galíndez, de Luis Ángel Firpo y de Julio César Vásquez. Si pierde no dará ese salto y se quedará donde está que no es un sitio que avergüence a nadie.
Con Mayweather Jr. tengo sentimientos encontrados, y a veces combato que me digan que está entre los mejores peleadores de la historia, porque no ha pasado por ninguna guerra, a lo sumo tres o cuatro guerritas. Todo ha sido para él sin muchos riesgos, aunque no cuestiono su enorme calidad, su inteligencia, sus recursos, sus movimientos de un artesano del ballet más que de un boxeador. Debió pelear con Manny Pacquiao para hallar ese lugar privilegiado en la historia que yo le niego, y nunca quiso la pelea.
Marcos René Maidana tiene 30 años. A los treinta Peter O'Toole interpretó a Lawrence de Arabia y logró colocarse para siempre en la memoria de los hombres. A los treinta Jack Johnson logró romper la barrera del color y fue el primer negro en convertirse en campeón mundial de peso pesado. A los treinta Demóstenes, el más eximio de los oradores griegos, pronunció el primero de sus célebres discursos, de tal grandilocuencia que se recuerda veintitrés siglos después. A los treinta Marlon Brando ganó un Oscar. A los treinta John Glenn logró ser el primer estadounidense que orbitó la tierra.
Tal vez usted esté pensando que es algo forzado creer que Maidana va a ganar porque tiene 30 años. Pero qué importa, amigos, a la vida hay que ponerle poesía y al boxeo hay que ponerle historias. Para soñar cualquier excusa es buena, y si no somos capaces de soñar el paso de las horas y de los días tiene tan poco sabor como el hastío.
Suerte, Chino.