La gran pelea del resto del año es la que sostendrán Manny
Pacquiao y Brandon Ríos el próximo día 23 en Macao. Este punto del territorio
chino, el lugar más densamente poblado del mundo, a 70 kilómetros de Hong
Kong, cobra relevancia como destino turístico con la premura con que sucede
todo en el vertiginoso presente de ese país, y se señala también en el mapa del
boxeo. Las peleas que ofrece Macao son algunas que estarían en Las Vegas si
Macao no existiera. Nevada legalizó el boxeo en 1897. China, en su estafeta
Macao, pretende erigirse como un sucesor que revolucione todo en este deporte,
116 años después.
Los peleadores que le han puesto su nombre a una era, como Manny Pacquiao, no tienen peleas fáciles ni compromisos de segunda calidad. A los 34 años (casi 35) nos mostrará si puede seguir o está de salida, como a esa edad se acabaron Muhammad Alí o Sugar Ray Robinson.
No hay estadísticas concluyentes que revelen si se regresa o no de un golpazo, de una conmoción brutal, desoladora, como la que sufrió Manny en la última pelea con Juan Manuel Márquez. Nino Benvenuti no se repuso nunca del nocaut que le aplicó Carlos Monzón en la primera pelea que disputaron, pero Antonio Avelar , contra Prudencio Cardona, sufrió un atontamiento igual o peor que Pacquiao y regresó a vencer a Gilberto Román.
Hay asuntos para los cuales las respuestas sólo están en las peleas. Ni Pacquiao sabe a ciencia cierta cómo podrá responder en la guerra que se avecina. No hay entrenamiento que arroje claridad sobre la blandura o fragilidad que un día insospechado puede hacer presa de un boxeador, por importante que sea.
Miren a Nonito Donaire. Una vez más en el boxeo falló el que era favorito10 a 1. No me digan que Nonito
ganó la pelea, porque ya lo sé. Señalo que le estaban dando hasta debajo de la
lengua cuando logró la inopinada victoria sobre Vic Darchinyan el sábado. A
Pacquaio no le va a pasar eso de llegar mal preparado, como Donaire, porque
Pacquiao no comete errores en el entrenamiento, pero no sabemos si es el mismo.
Lo que estoy diciendo es que en el boxeo nunca se sabe. La última gran noche de
Pacquiao fue contra Margarito hace tres años y la más reciente actuación
aceptable –aunque no gloriosa—fue la que perdió con Bradley, hace año y medio.
En cuanto a Brandon Ríos, yo no veo un rival que pudiera ser mejor escogido para este retorno del filipino. Ríos es torpe, frontal, previsible, insensato, espectacular y pelea como un loco que invita a llamar a una ambulancia para que venga en su auxilio, a ponerle una camisa de fuerza. Puede provocar que Manny lo reciba como recibió a Margarito, en la carnicería de Arlington, haciéndolo rebotar una y otra vez hasta el infinito, y teñir la noche de rojo sangre.
Pero Brandon Ríos es peligroso para cualquiera que sea humanamente capaz de cometer un descuido. Tiene muchas balas y las dispara como un orate dispararía una metralleta. La pelea esquemáticamente sencilla para Pacquiao es al mismo tiempo una pelea que Pacquiao puede perder si no logra encender la llama que durante diez años lo llevó de la nada del comienzo al pedestal que alcanzó y que todavía no abandona.
En otras palabras Manny Pacquiao está obligado a redescubrir al que fue, para volver a ser el atleta formidable que conocimos y que no estamos seguros de que aún exista.
Brandon Ríos subirá con esperanzas de hacer valer su juventud (más de siete años más joven), su espíritu imbatible y su condición física que es probablemente la mejor del mundo. Es un hombre de entrega obsesiva al gimnasio. Cuando termina de entrenar, entrena otra vez, y cuando vuelve a terminar le apagan las luces, lo corren para que se vaya a su casa.
Lo que los diferencia es la calidad, que hace a Pacquiao infinitamente superior, y lo que acorta distancias es el momento exultante de Brandon, su actitud ganadora, con la que puede empujar a Manny a un precipicio si acaso la incertidumbre que hay a su alrededor no puede ser conjurada con eficacia total.
Siempre escribo ‘pongámosle historias a las peleas’, para que valgan la pena. Por mi parte quiero ver a este Manny Pacquiao histórico y conflictuado. Su vida no es una vida, es varias. Transita entre una silla en el parlamento filipino y un ring de boxeo en cualquier lugar alejado del mundo. No siempre funciona este vértigo de existir. No siempre es lo mejor y yo no lo quisiera para mí. Manny se ha subido a un cohete espacial y ha renunciado a lo cotidiano simple, al placer de lo anodino, a la alegría sin porqué de las pequeñas cosas de la vida.
En fin, hace todo lo que hace porque es extraordinario, y hay que verlo, porque es extraordinario.
Los peleadores que le han puesto su nombre a una era, como Manny Pacquiao, no tienen peleas fáciles ni compromisos de segunda calidad. A los 34 años (casi 35) nos mostrará si puede seguir o está de salida, como a esa edad se acabaron Muhammad Alí o Sugar Ray Robinson.
No hay estadísticas concluyentes que revelen si se regresa o no de un golpazo, de una conmoción brutal, desoladora, como la que sufrió Manny en la última pelea con Juan Manuel Márquez. Nino Benvenuti no se repuso nunca del nocaut que le aplicó Carlos Monzón en la primera pelea que disputaron, pero Antonio Avelar , contra Prudencio Cardona, sufrió un atontamiento igual o peor que Pacquiao y regresó a vencer a Gilberto Román.
Hay asuntos para los cuales las respuestas sólo están en las peleas. Ni Pacquiao sabe a ciencia cierta cómo podrá responder en la guerra que se avecina. No hay entrenamiento que arroje claridad sobre la blandura o fragilidad que un día insospechado puede hacer presa de un boxeador, por importante que sea.
Miren a Nonito Donaire. Una vez más en el boxeo falló el que era favorito
En cuanto a Brandon Ríos, yo no veo un rival que pudiera ser mejor escogido para este retorno del filipino. Ríos es torpe, frontal, previsible, insensato, espectacular y pelea como un loco que invita a llamar a una ambulancia para que venga en su auxilio, a ponerle una camisa de fuerza. Puede provocar que Manny lo reciba como recibió a Margarito, en la carnicería de Arlington, haciéndolo rebotar una y otra vez hasta el infinito, y teñir la noche de rojo sangre.
Pero Brandon Ríos es peligroso para cualquiera que sea humanamente capaz de cometer un descuido. Tiene muchas balas y las dispara como un orate dispararía una metralleta. La pelea esquemáticamente sencilla para Pacquiao es al mismo tiempo una pelea que Pacquiao puede perder si no logra encender la llama que durante diez años lo llevó de la nada del comienzo al pedestal que alcanzó y que todavía no abandona.
En otras palabras Manny Pacquiao está obligado a redescubrir al que fue, para volver a ser el atleta formidable que conocimos y que no estamos seguros de que aún exista.
Brandon Ríos subirá con esperanzas de hacer valer su juventud (más de siete años más joven), su espíritu imbatible y su condición física que es probablemente la mejor del mundo. Es un hombre de entrega obsesiva al gimnasio. Cuando termina de entrenar, entrena otra vez, y cuando vuelve a terminar le apagan las luces, lo corren para que se vaya a su casa.
Lo que los diferencia es la calidad, que hace a Pacquiao infinitamente superior, y lo que acorta distancias es el momento exultante de Brandon, su actitud ganadora, con la que puede empujar a Manny a un precipicio si acaso la incertidumbre que hay a su alrededor no puede ser conjurada con eficacia total.
Siempre escribo ‘pongámosle historias a las peleas’, para que valgan la pena. Por mi parte quiero ver a este Manny Pacquiao histórico y conflictuado. Su vida no es una vida, es varias. Transita entre una silla en el parlamento filipino y un ring de boxeo en cualquier lugar alejado del mundo. No siempre funciona este vértigo de existir. No siempre es lo mejor y yo no lo quisiera para mí. Manny se ha subido a un cohete espacial y ha renunciado a lo cotidiano simple, al placer de lo anodino, a la alegría sin porqué de las pequeñas cosas de la vida.
En fin, hace todo lo que hace porque es extraordinario, y hay que verlo, porque es extraordinario.