Mc Auliffe y Carney contendieron en una sucia barraca en Massachusetts y la única luz ambiental la proporcionaban linternas que portaban algunos asistentes. A cada boxeador le fue permitido ingresar con 14 amigos, por lo que contando al réferi (único a cargo de la decisión en caso necesario), había en la semipenumbra de aquella pocilga 31 personas. Tanto misterio y cuidados eran necesarios para no alertar a la policía porque el boxeo era una actividad clandestina.
La verdad es que a Mc Auliffe lo acompañaba un puñado de malvivientes que, como solía ocurrir cuando su amigo llevaba la peor parte, en un momento de la noche que estamos recordando, armaron una batahola colosal y rompieron el rudimentario ring de la pelea, con lo que el réferi Frank Stevenson se vio obligado a detener las acciones declarando empate. Habían peleado 74 rounds.
Como ustedes pueden ver desde entonces se comete la insensatez, y a nadie hasta el día de hoy se le ha ocurrido corregirlo en los reglamentos, de permitir que una pelea de título mundial pueda terminar en empate si el título está vacante.
Por mi parte he propuesto desde hace muchos años que si sucede, se devuelva a los jueces la tarjeta del último round obligándolos a dar un voto de calidad anotando el nombre de un ganador. ¡Imagínense!, dos tipos peleando 74 rounds (o 12) y que tres (o uno) alegres inútiles al borde del ring no puedan decirnos quién ganó.
Volviendo a McAuliffe y a su pelea con Carney, así fue como el magnífico y ese día flagelado irlandés logró conservar lo invicto. Se retiraría en 1897 con récord de 31 victorias y 10 empates, sin haber perdido jamás, salvo que le creamos a Packey O’Gatty que le registró una derrota ante Jem Ryan el 30 de septiembre de 1897.
Curiosamente McAuliffe se casó dos veces con actrices, la primera se llamaba Katie Hart y tras su muerte la segunda fue Catherine Rowe.