La pelea entre Canelo Álvarez y Gennady Golovkin, resuelta por los jueces con un empate, deshizo varios presupuestos.
Yo mismo había dicho que no debíamos esperar un combate sangriento y bárbaro porque Canelo trataría de enfriarlo a tono con su costumbre, de especular minimizando riesgos y peleando como peleó contra Miguel Cotto, por ejemplo. Sangriento no fue porque no hubo cortadas importantes, pero la dureza de las acciones alcanzó alturas admirables.
Tiraron a la basura, además, las ideas acerca de la mandíbula de cristal del mexicano, su supuesta cobardía y la cantinela del poder devastador de GGG que lo iba a despedazar tan pronto se lo propusiera.
La fiera no era tan fiera y el torpe no era tan torpe.
Hicieron esa guerra que durante varios años les reclamé a los dos. Nunca ninguno de ellos había recibido semejante castigo.
Es más, Canelo se arriesgó como un suicida tocando dinteles de muerte y desafiando al infierno en varios pasajes de la pelea. Se apoyó en las cuerdas y aceptó recibir golpes innecesarios mostrando que es muy macho.
Mala jugada esta exposición al peligro porque los planes eran que ganara el más inteligente, no el más insensato.
Pero le salió bien.
Nunca ha sido un gran negocio en el boxeo pelear caminando hacia atrás (por eso de los jueces, que no entienden nada), y nunca ha sido gran negocio empezar fuerte los rounds para terminarlos a media máquina por lo mismo. Los jueces que debieran entender todo no entienden nada y califican el último minuto del round olvidando los dos primeros.
Quizá estas fueron las omisiones más a la vista en el trabajo de Álvarez, que por lo demás se presentó en la mejor versión de su carrera. Lúcido siempre, ora combativo, ora inteligente, con actitud triunfal.
Recorrió caminos de dolor y drama en las catacumbas de esa lucha hombre a hombre, como los duelos cuerpo a cuerpo de los soldados en el campo de guerra, cuando saben que no hay más alternativa que matar o morir, que triunfar o perecer porque están viviendo la hora del día que puede ser el día final.
Tras la pelea Golovkin escribió un mensaje, una falacia que no me explico por qué mucha gente reenvía. Dice: “Los verdaderos mexicanos no corren en la pelea más importante de su vida.” Le hubiera contestado: “Los verdaderos mexicanos no son idiotas para hacer la pelea que te conviene, hacen lo que les conviene a ellos.”
Golovkin, que en 37 victorias había noqueado a 33 enemigos no sólo no noqueó al Canelo sino que para muchos perdió con el Canelo. Para otros Golovkin ganó, pero nadie dice que lo de Saúl sea algo menos que una proeza.
Canelo peleó a morir, para vivir. Tenía que callar los abucheos mexicanos porque ni en esta noche triunfal cesaron las demandas de los inconquistables que lo fueron a ver perder.
Al final de la pelea le pregunté a uno: ‘¿Por qué tu enojo con el Canelo?’ ‘-Porque es un mamón’, me dijo.
Me gustó mucho Canelo. Por su calidad y compromiso. El mejor que hemos visto.
Gennady Golovkin peleó muy bien con la mano izquierda y muy mal con la derecha. Ese Golovkin esperado, temido, el de las combinaciones de cinco golpes, el que sorprende repitiendo la izquierda arriba y abajo o viceversa, el que termina su apuesta ofensiva con una derecha letal que te manda al otro mundo, no se vio en la pelea.
El talento originario del asiático le alcanzó para poner en aprietos a Saúl, ni duda cabe. Sí llevó al ring de Las Vegas su primoroso jab de izquierda con el que conduce tramos de la pelea como si el puño fuera el timón de un barco. La derecha no, la derecha de Golovkin tuvo falta injustificada. Golovkin fue más que en su pelea anterior contra Jacobs, pero fue menos que en muchas de sus otras noches.
En el boxeo no gana el que coloca más jabs en la nariz del otro, sino en tercera instancia. Lo primero es el poder de los golpes. En el boxeo gana el que provoca un daño mayor que el daño que recibe. Canelo fue el más poderoso en el golpeo, el que causó mayor daño, y el mejor de los dos.
Los tres primeros y los dos últimos rounds fueron para el Canelo, creo que más allá de dudas. Lo demás, el segmento medio de la pelea, entre el cuarto y el décimo round, para la polémica. Rounds cerrados, rounds que dividieron opiniones. Como sucede de rutina en este tipo de peleas.
Me parece demencial pensar en corrupción para explicar el empate. Yo hago tarjetas todos los días y les puedo asegurar que es muy difícil programar cometer el crimen. La jueza que estaba dormida y que dio 118 110 para Canelo hubiera dado dos puntos y todos tan tranquilos.
Fíjense, los tres jueces le dieron los últimos tres round al Canelo, para llegar Don Trella a un empate y Dave Moretti a una ventaja mínima a favor de Golovkin. Cuando haces la tarjeta y la pelea está en proceso, no sabes qué va a pasar en el próximo round, y por eso es imposible una situación de cohecho.
¿Cómo iban a saber los jueces al final del noveno round qué iba a pasar en los tres rounds finales? Podrían ser unos descarados y anotar al revés, pero una caída, por ejemplo, les arruinaría tan grande y supuesto negocio.
Un sector del público, sin embargo, tiene presuntas verdades inamovibles: la corrupción, que Oscar De la Hoya influye en la comisión de box, que los casinos determinan los resultados.
Yo no me puedo imaginar a nadie convenciendo al Canelo o a GGG que no vayan a noquear al otro porque la pelea tiene que terminar en un empate preestablecido; y en cuanto a la comisión de box soy el primero en decir que es de una ignorancia enciclopédica y de una incapacidad oceánica, pero me niego a creer que manipulen el resultado.
Que cada quien siga creyendo lo que quiera. En 40 años son muy pocas las peleas titulares que terminaron en empate, y en una infinidad de casos hubo revanchas aun cuando la primera pelea haya arrojado un ganador.
Si algunos van a seguir tirando mierda a Saúl, si planean seguir profiriendo anatemas “porque es mamón”, no es mi asunto. Nunca dije que Canelo sea mejor que Hagler o que Durán. Que haya habido un Frank Sinatra no quiere decir que nadie más tenga derecho a cantar.
Canelo ha vivido 12 años en el ring. Es un muy buen peleador y el presupuesto de que contra Golovkin se iba a desenmascarar la impostura de un boxeador fabricado a la mala por Televisa y por TV Azteca no se comprobó, se desmintió.