Hace 45 años, el 28 de abril de 1967, el gobierno de los Estados Unidos le retiraba la licencia de boxeador a Muhammad Alí, por su negativa a ir a Vietnam a enrolarse en el ejército y pelear contra las fuerzas comunistas de Hanoi. Alí era campeón del mundo de los pesos completos con nueve defensas exitosas y estaba disfrutando un momento culminante de su carrera. Al llamado a combate respondió: “No iré a Vietnam a matar a nadie, esa gente no me ha hecho nada”.
Ha habido muchas sanciones injustas a boxeadores, pero ninguna compite con ésta, que marcó la historia. Alí era un indomable que clamaba justicia para los negros hacía algunos años, pero estos episodios del 67 repentinamente le confirieron dimensión de líder.
El mundo no había conocido a nadie que desde la trinchera de un deportista fuera tan combativo, tan gritón, tan claro en su mensaje y al mismo tiempo propietario de tantas adhesiones.
¿Cuál es el antecedente? Recordemos…
Alí había llegado al campeonato mundial en 1964 derrotando a Sonny Liston, pero entonces se llamaba Cassius Clay, el nombre de esclavo con que nació. Tras convertirse en campeón se cambió el nombre, arrojó al fondo de un río la medalla de campeón olímpico que había ganado en Roma en 1960 (en señal de protesta contra el sistema que oprimía a los negros en su patria), se declaró sumiso a la fe musulmana e inició su militancia activa que más tarde lo convertiría en adalid de negros y religiosos.
Nadie desde Jack Johnson había desafiado tanto al ‘establishment’, pero a diferencia de Johnson, que cincuenta años antes de Alí también había sido un trasgresor y había luchado desde la negritud, lo de Alí no eran actitudes, era la palabra. Su capacidad de oratoria evitaba que el público tuviera que deducir nada. Dueño de una verborragia incontrolable dejaba las cosas claras donde se paraba; y donde se paraba había siempre micrófonos abiertos para transmitir su credo y su verdad que atacaba rezagos de siglos.
Quizá los tiempos eran propicios, se avecinaban cambios de esos que empuja el devenir del hombre sobre el planeta, y que nada puede detener, pero nadie negará que Alí jugó su rol y dejó una marca corpórea trazando su increíble historia.
El personaje trascendió la ignominia, y la volvió a su favor, la procesó y le puso alas convertida en un mensaje universal. No sabemos cómo habría sido la carrera de uno de los grandes campeones del boxeo si las autoridades de los Estados Unidos no hubieran mutilado su carrera en un momento crucial, como sucedió, pero lo que siguió después fue tan exorbitante que quizá preferimos que haya sido así.