Si le preguntáramos a la gente quién cree que fue el primer
ídolo del boxeo mexicano, pocos darían una respuesta correcta. Mencionarían
quizá al 'Chango' Casanova, que empezó a pelear en 1930, o al 'Vaquero de
Caborca', buscando muy lejos en la memoria nombres de boxeadores que
mencionaban nuestros abuelos. En cuanto a Raúl de la Torre (el Vaquero), cabe
agregar que ni era vaquero, ni era de Caborca, ni era boxeador, pero boxeó, y
fue un fenómeno de inenarrable popularidad. Perteneció a los años cuarenta, por
lo que ni siquiera corresponde a la primera época de gran boxeo en México. El
célebre Oscar Chapo Romo, promotor sonorense tan afamado como el que más a lo
largo de los años, lo trajo al Distrito Federal y ambos ganaron muchos miles de
pesos con las peleas del Vaquero. Cuando llegué a México, al terminar los años
setenta, todavía se hablaba a cada rato del Vaquero de Caborca. Nadie de los
que lo mencionaban lo había visto pelear, pero le prodigaban respeto como si se
hubiera tratado de un gran peleador.
Romo ha sido olvidado, a pesar de su valía, como
corresponde a la puntual ingratitud de los seres humanos. Él descubrió y
proyectó a Tony Mar, a Paulino Montes, a Kid Filipino, a Babe Escalante, a Memo
y Chucho Llanes.
Lo cierto es que el primero que pudo llevar ese codiciado
rótulo de ídolo en nuestro país fue Carlos Pavón, ‘el Sheik de San Miguel’, que
en sus años arrastraba multitudes. Contemporáneos suyos hubo otros muy queridos
como Patricio Martínez Arredondo, ‘El rey del foul’; y Alfredo Gaona, ‘Gaonita’
o ‘El Carpentier mexicano’, pero nadie encendió el fervor popular como el
fabuloso Sheik.
El 17 de enero de 1928, hace 84 años, protagonizó una buena
historia, que enseguida les voy a contar.
Hablar de esta fecha es ir muy atrás en la exploración de
nuestro pasado boxístico. Fíjense por ejemplo que aunque la primera pelea en la
capital parece haberse hecho en 1919, la primera licencia de boxeador
profesional entregada en el DF es de 1923. Carlos González Hinojosa, por otra
parte, en su estupendo libro ‘El boxeo en Reynosa’, documenta que la primera
pelea en esa ciudad fronteriza se registró en 1929, entre un tal Roberto
Hinojosa, de Brownsville, y su rival de apellido Montgomery, a quien
presentaron como sparring de Gene Tunney. Por donde busquemos no hallamos
indicios de boxeo organizado antes de entrados los años veinte.
Esta es la historia de un combate de Carlos Pavón.
Lo pusieron a pelear defendiendo su título nacional de peso
ligero con Jorge De los Santos Monzón, aquí en la capital. El famoso Sheik
perdió la pelea por decisión, pero vale decir que el retador actuó presionado
¡y cómo! por el jefe de la policía de la ciudad, nada menos que el tristemente
célebre y temible general Jesús Palomera López. Era el sexenio de Plutarco
Elías Calles.
Al promediar la pelea, viendo que De los Santos Monzón no
respondía, el general se acercó al borde del ring y le dijo: “¿Te estás
haciendo tarugo o qué? Yo te saco lo tarugo. Yo aposté por ti y si no ganas te
encierro”. Posteriormente el muchacho confesaría que cuando vio acercarse a
Palomera hubiera preferido que se acercara el diablo. Con las persuasivas
palabras del policía, que tenía fama de ser un hombre despiadado y brutal, De
los Santos se transformó en una bestia y apabulló al Sheik hasta ganar la
pelea.
Carlos Pavón, el Sheik, el perdedor, tenía 21 años y fue
asistido en la esquina por Mario Moreno, Cantinflas, que era un adolescente y
boxeaba como aficionado.
Aunque no lo sepamos, es posible que don Mario haya
aprendido algo ese día, si recordamos que años más tarde, en varias de sus
películas, ridiculizó a la gente prepotente.
El Sheik peleó durante varios años todavía, ganó y perdió
muchas peleas, y se retiró en 1936. Hay crónicas que indican que murió en 1939.
La historia de aquellos años no se escribía tan escrupulosamente como ahora,
cuando menos la historia de los boxeadores.