6 de julio de 2012

El Sheik de San Miguel y Cantinflas

Si le preguntáramos a la gente quién cree que fue el primer ídolo del boxeo mexicano, pocos darían una respuesta correcta. Mencionarían quizá al 'Chango' Casanova, que empezó a pelear en 1930, o al 'Vaquero de Caborca', buscando muy lejos en la memoria nombres de boxeadores que mencionaban nuestros abuelos. En cuanto a Raúl de la Torre (el Vaquero), cabe agregar que ni era vaquero, ni era de Caborca, ni era boxeador, pero boxeó, y fue un fenómeno de inenarrable popularidad. Perteneció a los años cuarenta, por lo que ni siquiera corresponde a la primera época de gran boxeo en México. El célebre Oscar Chapo Romo, promotor sonorense tan afamado como el que más a lo largo de los años, lo trajo al Distrito Federal y ambos ganaron muchos miles de pesos con las peleas del Vaquero. Cuando llegué a México, al terminar los años setenta, todavía se hablaba a cada rato del Vaquero de Caborca. Nadie de los que lo mencionaban lo había visto pelear, pero le prodigaban respeto como si se hubiera tratado de un gran peleador.

Romo  ha sido olvidado, a pesar de su valía, como corresponde a la puntual ingratitud de los seres humanos. Él descubrió y proyectó a Tony Mar, a Paulino Montes, a Kid Filipino, a Babe Escalante, a Memo y Chucho Llanes.

Lo cierto es que el primero que pudo llevar ese codiciado rótulo de ídolo en nuestro país fue Carlos Pavón, ‘el Sheik de San Miguel’, que en sus años arrastraba multitudes. Contemporáneos suyos hubo otros muy queridos como Patricio Martínez Arredondo, ‘El rey del foul’; y Alfredo Gaona, ‘Gaonita’ o ‘El Carpentier mexicano’, pero nadie encendió el fervor popular como el fabuloso Sheik.

El 17 de enero de 1928, hace 84 años, protagonizó una buena historia, que enseguida les voy a contar.

Hablar de esta fecha es ir muy atrás en la exploración de nuestro pasado boxístico. Fíjense por ejemplo que aunque la primera pelea en la capital parece haberse hecho en 1919, la primera licencia de boxeador profesional entregada en el DF es de 1923. Carlos González Hinojosa, por otra parte, en su estupendo libro ‘El boxeo en Reynosa’, documenta que la primera pelea en esa ciudad fronteriza se registró en 1929, entre un tal Roberto Hinojosa, de Brownsville, y su rival de apellido Montgomery, a quien presentaron como sparring de Gene Tunney. Por donde busquemos no hallamos indicios de  boxeo organizado antes de entrados los años veinte.

Esta es la historia de un combate de Carlos Pavón.

Lo pusieron a pelear defendiendo su título nacional de peso ligero con Jorge De los Santos Monzón, aquí en la capital. El famoso Sheik perdió la pelea por decisión, pero vale decir que el retador actuó presionado ¡y cómo! por el jefe de la policía de la ciudad, nada menos que el tristemente célebre y temible general Jesús Palomera López. Era el sexenio de Plutarco Elías Calles.

Al promediar la pelea, viendo que De los Santos Monzón no respondía, el general se acercó al borde del ring y le dijo: “¿Te estás haciendo tarugo o qué? Yo te saco lo tarugo. Yo aposté por ti y si no ganas te encierro”. Posteriormente el muchacho confesaría que cuando vio acercarse a Palomera hubiera preferido que se acercara el diablo. Con las persuasivas palabras del policía, que tenía fama de ser un hombre despiadado y brutal, De los Santos se transformó en una bestia y apabulló al Sheik hasta ganar la pelea.

Carlos Pavón, el Sheik, el perdedor, tenía 21 años y fue asistido en la esquina por Mario Moreno, Cantinflas, que era un adolescente y boxeaba como aficionado.

Aunque no lo sepamos, es posible que don Mario haya aprendido algo ese día, si recordamos que años más tarde, en varias de sus películas, ridiculizó a la gente prepotente.


El Sheik peleó durante varios años todavía, ganó y perdió muchas peleas, y se retiró en 1936. Hay crónicas que indican que murió en 1939. La historia de aquellos años no se escribía tan escrupulosamente como ahora, cuando menos la historia de los boxeadores.