La presencia de Andy Ruiz despierta entusiasmos en los aficionados.
Está bien una moderada ilusión por un joven que hace estragos en los modestos rivales que hasta ahora ha tenido, especialmente porque pertenece a una categoría en la que México no produce nada. No tenemos pesos completo y quisiéramos tenerlos.
Convengamos en que no hay pesos completo (de valía) no sólo en México, en el mundo, y esto explica que Ruiz, sin haber probado excelencias mayores, pero sí entusiasmo y olfato de boxeador, aparezca bien clasificado entre los mejores del mundo. En medio de la pobreza cualquiera que traiga un billete de mil pesos en la bolsa es un potentado.
Convengamos también que Kenny Lemos o Manuel Quezada, sus rivales más recientes, no son Wladimir Klitschko. ¿Cómo vamos a medir con rigor a Andy si el rival de anoche, Lemos, ni siquiera pudo armar la guardia?
De todas maneras, con la excepción de Klitschko, que dista mucho de ser un inmortal pero que por tamaño y por el poder de su brazo izquierdo estirado, que parece una columna de Trajano horizontal, Andy Ruiz podría hoy dar una sorpresa a cualquiera de los demás pesos pesado del orbe.
Algo más quiero decir: Andy Ruiz con poco más en el boxeo va a superar los méritos de los mejores completos que hemos tenido, el Pulgarcito Ramos, Ladislao Mijangos (vencedor de León Spinks), Mauricio Villegas, el Dr. Ismael Ruiz (de pegada bestial pero poca resistencia) o Saúl Montana.
Lo de Ruiz por ahora es todo de signo positivo. Lo hace bien, cada vez mejor, está invicto y gana. Minimizar sus méritos por un físico atípico sería un acto discriminatorio. Nadie puede decir que con el mismo récord y el cuerpo de Ken Norton sí podría llegar a la cumbre pero que con la anatomía que le dio Dios no puede. No lo sabemos. Todavía hay en el mundo cosas que suceden por primera vez.