Me preguntan si los perros pueden ser considerados
inteligentes. Me sorprende la pregunta porque para mí la mayoría de los perros
son más inteligentes que muchos seres humanos que conozco.
Mis perros Didi, Gorbi y Felipe unas veces entienden y otras
no entienden. Si les digo que se suban a la cama, entienden. Si les digo que se
bajen, no.
Una buena amiga amante de los animales, Angélica López
Fraile, me escribe desde Chile para pedirme que la auxilie, porque es motivo de
burlas cuando trata de polemizar con amigos sobre la inteligencia o no
inteligencia de los perros. Le dicen, claro, que los animales son irracionales
y que eso los hace inferiores.
No hallo ninguna sorpresa en este arrebato de suficiencia
antropocéntrico que he escuchado inclusive a pensadores de buen calibre. Que no
saben nada, por supuesto, de la necesidad que tiene el mundo de que revaluemos
la vida, todo lo vivo y la naturaleza que es nuestro continente.
La gente precaria que escucha una tontería y la repite hace
un daño involuntario muy grande. Mientras se piense que los animales son
inferiores descansan cómodamente las conciencias de quienes los usan para
comerlos, para vestirse y para divertirse.
Muchos animales aventajan al ser humano en fuerza,
velocidad, percepción auditiva, vista, olfato, sin que esto signifique que son
superiores sino que tienen aptitudes diferentes.
Es tan evidente para cualquier inteligencia mediana que los
animales no humanos son para la naturaleza sólo otra especie –nosotros una,
ellos otra—y que es vergonzoso para los “superiores” someterlos y degradarlos
con el único argumento de la fuerza-inteligente, que parece mejor negarlo que
aceptarlo porque aceptarlo duele.
El que no se conduele no es culto ni sensible, no piensa ni
razona, es decir no es superior sino un esperpento de soberbia, y tiene una
relación viciada con lo que en el mundo está vivo.
Como quien se pone un saco “se ponen” algunos la
inteligencia que niegan a los animales, sin ruborizarse por lo que hacen con su
pretendida superioridad. Lo que hacen es ser crueles, torpes, violentos,
depredadores, asesinos, carniceros, insensibles, indolentes, omisos.
No ven en los animales inteligencia. ¡Qué van a ver! Se
morirían de vergüenza si tuvieran que reconocer en los animales cualidades de
fidelidad, solidaridad, bondad y amor que ellos no tienen.
Inteligencia es la capacidad para resolver problemas, en una
de sus acepciones. Muchos hombres tienen capacidad sólo para crearlos.
Inteligencia es también capacidad para comprender, aprender
o asociar.
Los animales humanos y no humanos tienen formas de
inteligencia distintas.
Y torpezas distintas también. ¿Los hombres que se creen
superiores habrán observado qué poco se equivocan los animales?
Con la misma abyección con que hoy se pretende negar
igualdad de derechos a los animales, en otras épocas oscuras para la
inteligencia se procedió igual con las mujeres (Thomas Taylor en 1792 escribió
"Reivindicación de los derechos de los brutos’"para ridiculizar
"Reivindicación de los derechos de las mujeres" que el mismo año
había escrito Mary Wollstonecraft).
¿Para qué traigo este ejemplo? Para afirmar que los grandes
cambios culturales son cuestión de tiempo. Si los años traen a los hombres una
evolución razonable, alguna vez se concluirá que el martirio animal de estos
tiempos fue una de tantas miserias de pobreza espiritual y racional.
Una demostración inteligente mínima en un ser humano
educado, supongo, es la que ejercita el que es capaz de conmiseración, de hacer
y pensar para un mundo mejor, de ser solidario y agradecido, respetuoso con la
naturaleza y con la vida, hacedor y protagonista de buenos ejemplos,
comprometido con el ambiente y el mundo que lo contiene.
El que se prohibe cuestionarse si el más débil merece
respeto, pero se lo da.
No es gran cosa el hombre tosco, ignorante, larvario, que en
lugar de ver al perro, al animal, a lo otro que hay por ahí con indulgencia, se
preocupa por hacer notar su pretendida e inexistente superioridad.
Hay quienes quieren que todo mejore, sin mejorar ellos.
Tienes que educar con el ejemplo, Angélica, y nada más.
Siempre da resultado. Es la única manera de educar.